ARTÍCULO DE ELIAS SAID-HUNG Y SERGIO ARCE-GARCÍA (UNIR) / A la luz de los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo, España como el resto de países de la UE se encuentran en una encrucijada importante. En primer lugar, el avance de los movimientos de extrema derecha y, en segundo término, el surgimiento de nuevos fenómenos políticos sin programas electorales, basados en la viralización de bulos y expresiones de odio.
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Por Elias Said-Hung y Sergio Arce-García, profesores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) / 19 de junio de 2024
Dos casos recientes a modo de ejemplo de lo antes mencionado: el influencer Fidias Panayio-Tou en Chipre, de 24 años, conocido como el candidato de TikTok, quien asumió las elecciones como un “Challenge” o Reto Viral más; y el caso del nuevo partido español ‘Se acabó la fiesta’ (SALF), liderado por el influencer de extrema derecha Alvise Pérez, cuya irrupción trajo consigo tres escaños.
La capacidad que tienen este tipo de personajes es grande al diseminar mensajes sin fundamento, escudándose en el derecho a la libertad de expresión, a divulgar desinformación y atacar colectivos minoritarios. Presentan unos seguidores que únicamente entran en contacto con mensajes afines a sus ideales gracias a los algoritmos de las redes, que les convierten en presas fáciles para este tipo de personajes.
Uno de los rasgos que caracterizan a las redes sociales, estudiado desde hace mucho tiempo, es la capacidad para maximizar mensajes, donde la emotividad es el principal eje articulador. Un proceso marcado por el efecto campana de eco, el efecto burbuja y el carácter homofílico que tienen estos contextos de comunicación. Son fenómenos que hacen que los seguidores tengan la sensación de creer que están obteniendo un contenido democráticamente distribuido y de opinión mayoritaria, cuando no es así. Esto favorece el reforzamiento de creencias, sin fundamento, que se comparten entre otros usuarios afines.
La diseminación de bulos y expresiones de odio se lleva a cabo en un caldo de cultivo perfecto para blandir la defensa de “nuestro país”, la “lucha contra la corrupción”, la “defensa de las libertades y derechos”, entre otras banderas alimentadas a través de teorías de la conspiración, la tergiversación de los datos y el acusar a determinados colectivos sociales de todos los males de nuestras sociedades.
El fenómeno Alvise no es más que una evolución de lo que hemos visto de otros movimientos de extrema derecha, como en el caso de Vox, quienes son conscientes de la capacidad cautiva que tienen las redes sociales. Se aproximan así a personas con una alta predisposición a cargarse de motivos que justifiquen sus ideas, sin preocuparse por contrastar. Es algo que requiere capacidad crítica, en un entorno virtual donde se emplean técnicas de difusión, copiadas generalmente desde otros lugares, apelando siempre a emociones básicas. Se aprovechan técnicas de difusión que se conocen desde antes de la Segunda Guerra Mundial, pero ahora bajo el apoyo de la inteligencia artificial.
En definitiva, nos encontramos ante un escenario donde la democracia occidental se está moviendo hacia un contexto muy complicado. El surgimiento de influencers, que ya no solo hacen uso de las redes sociales para lucrarse económicamente, sino que comienzan a ser conscientes de su capacidad de movilización política. Todo esto puede permitir que puedan introducirse en nuestros sistemas políticos para implosionarlos desde dentro.
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