ARTÍCULO DE ANA PEREIRA ( ESTUDIO DE COMUNICACIÓN)/ El alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, se marcó un Donald Trump en toda regla al decidir prescindir en sus comparecencias públicas de los periodistas y por extensión de lo que más molesta al regidor: las preguntas incómodas que le formulan los mismos.
Por Ana Pereira, asociada en Estudio de Comunicación, 17 de diciembre de 2024.
Jacomé ha cumplido su anuncio de no celebrar más ruedas de prensa con la presencia de periodistas, porque según sus propios argumentos“La verdad no precisa de intermediarios” y en su primera intervención en un formato tan unidireccional como singular, (celebrada a puerta cerrada en el salón de plenos del Ayuntamiento y retransmitida en vivo y en directo, a través del canal en YouTube de su televisión privada) el regidor, según informa La Voz de Galicia: “aseguró que esta «rueda informativa» podrá sortear la «manipulación mediática», aunque inmediatamente matizó que los Medios podrían manipular igualmente sus palabras con posterioridad. En cualquier caso, el alcalde invitó a los espectadores, que empezaron siendo 16 y no superaron en ningún momento el medio centenar, a comparar sus palabras con lo que después pudiese aparecer publicado”.
Por llevar el asunto a un terreno de dominio público como es el futbol, cuando los hinchas de un equipo se pasan de la raya, el siguiente partido se celebra a puerta cerrada y nadie se rasga las vestiduras por ello, pero esto me lleva a preguntarme realmente ¿somos los periodistas unos hooligans de la información que lanzamos preguntas incómodas tan incendiarias y prohibidas como las bengalas en un estadio?
En el caso que describen estas líneas, las bengalas no son otra cosa que preguntas legítimas planteadas por los periodistas en el ejercicio de su función, para conocer cuestiones de interés para los ourensanos. Con este nuevo formato, se quedan sin la posibilidad de interpelar a su alcalde a través de la labor que a diario llevan a cabo los compañeros de los Medios de Comunicación de la localidad para informar a sus conciudadanos de las decisiones que toma su alcalde y que por ende les afectan.
En un intento de que la rueda informativa, que nos ocupa, no se convirtiera en un monólogo estilo “Aló, Presidente”, el regidor de Ourense invitó a los espectadores que le seguían a través de YouTube a plantear sus dudas por WhatsApp, pero claro y ahí está el truco, era él mismo quien filtraba y decidía las que respondía y las que no.
Esta polémica emisión se ha ganado el rechazo en bloque tanto de la oposición de gobierno como de las asociaciones profesionales de periodistas, que coinciden en que el papel de los Medios en las ruedas de prensa es precisamente el de ejercer una fiscalización imprescindible sobre las afirmaciones políticas, para evitar la manipulación que ejercen los mensajes unidireccionales. Porque la línea entre la desintermediación política que practican Trump y sus amigos y la propaganda es tan fina como difusa.
A diferencia del ámbito de la comunicación empresarial donde, dada la competencia feroz del mercado, es más que legítimo que las empresas exploren nuevos canales para amplificar su mensaje y tener mayor llegada a sus públicos, la desintermediación periodística en política es una equivocación.
Por eso no podría estar más de acuerdo con el comunicado del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia, que asegura que “impedir el trabajo de los Medios no solo va contra las normas de obligada transparencia y respeto al derecho a la información, que cualquier cargo público debe observar, sino que representa, además, un peligro para la democracia”.
¿De verdad alguien cree que una democracia puede vivir sin Medios de Comunicación? No hace falta detenerse mucho a pensar en ello para llegar a la conclusión de que la respuesta es no, por muchas razones; repasemos algunas:
Acceso a la información: Los Medios son el canal principal a través del cual los ciudadanos obtienen información sobre los eventos, las políticas que adoptan nuestros representantes institucionales. Sin ellos, las personas tendrían dificultades para tomar decisiones informadas, lo que afectaría a su capacidad para participar activamente en el proceso democrático.
Control y rendición de cuentas: Los Medios actúan como un «perro guardián» del poder, vigilando y exponiendo actos de corrupción o abuso de poder. Sin Medios independientes, los gobiernos y otras instituciones no estarían sometidos a la misma presión pública, lo que podría dar lugar a abusos. No hace falta cruzar el Atlántico ni remontarse al Watergate para tener ejemplos formidables de investigaciones periodísticas que han destapado y denunciado públicamente casos de abuso de poder político.
Diversidad de opiniones: Una democracia saludable se basa en la pluralidad de voces y puntos de vista. Los Medios permiten que diferentes perspectivas sean escuchadas y tenidas en cuenta, lo cual es esencial y enriquece el debate público y la toma de decisiones por parte de la ciudadanía.
Fomento de la participación cívica: Los Medios informan a los ciudadanos sobre temas importantes y los motivan a involucrarse en el proceso político, ya sea votando, participando en protestas o tomando otras formas de acción política. Sin Medios objetivos e independientes no solo habría más propaganga y más desinformación, también habría mucha más apatía y desapego de las instituciones públicas por parte de la ciudadanía.
Transparencia: Los Medios contribuyen a la transparencia del proceso político en general, permitiendo que las acciones de los gobiernos y las decisiones políticas sean accesibles, conocidas y sobre todo comprendidas por la sociedad en su conjunto.
Tampoco debemos olvidar que, los Medios pueden ser objeto de crítica por sesgos o falta de independencia, no obstante, pese a ello, la función, que ejercen los Medios de Comunicación rigurosos y serios, la que han ejercido siempre los periodistas de toda la vida, sigue siendo esencial para la formación y el juicio crítico de los ciudadanos y por extensión para que una democracia prospere.
Sin ellos, y en tiempos de avalanchas de bulos, como los que vivimos, corremos el riesgo de que los ciudadanos sean carne de desinformación o sean de facto controlados por quienes en realidad han sido elegidos para ser sus servidores públicos y lo hagan, a más inri, sin mecanismos efectivos de supervisión.