REDACCIÓN Jueves 8 de diciembre de 2011
Caer bien es una habilidad que nos abre múltiples puertas personales y profesionales. Sobre todo en una profesión como las Relaciones Públicas en las que la facilidad para hacer contactos, y mantenerlos, es fundamental para tener éxito. Isabel García Méndez, autora del libro “Piensa, intuye y acertarás”, aborda este tema en uno de los capítulos, del que ofrecemos un extracto.
Hay personas que siempre saben qué palabra decir en el momento más oportuno, que por algún extraño motivo parecen congeniar con todo el mundo y que despiertan en los demás un inexplicable sentimiento de afecto. Es decir, nos resultan simpáticos. Y esa simpatía hace que nos mostremos favorables a sus planteamientos incluso aunque sean opuestos a nuestros intereses. Constituyen ese conjunto de personas que no sabemos por qué pero nos caen bien. Intuitivamente los aceptamos. En algunos casos, es algo consustancial a su propia naturaleza, pero en otros es algo que podemos aprender a trabajar para que actúe en nuestro favor.
(…) La primera impresión que causamos en las personas viene determinada por cómo nos perciben en un primer vistazo y sobre este aspecto es sobre el que podemos y debemos incidir para que la intuición ajena trabaje a nuestro favor.
EL ASPECTO FÍSICO
Como hay elementos que se escapan de nuestro control vamos a ver todos aquellos que sí pueden estar en nuestras manos y empezaremos por el más evidente, nuestra apariencia física.
Existen unos códigos de imagen que son implacables y que en mayor o menor medida influyen en nuestra forma de percibir a las personas. (…) Está demostrado que los colores pálidos y las formas suaves ofrecen una imagen de amabilidad y cercanía y los tonos más sombríos y las formas angulosas imprimen seriedad y solidez a la persona. No obstante, un exceso en ambos casos conduce a impresiones negativas: en el primer estereotipo puede inducir una imagen de laxitud, de poca constancia y poca credibilidad. En el segundo, frialdad, distanciamiento y hasta cierta malignidad.
Lo importante es conocer qué es lo que transmitimos nosotros para poder trabajar sobre aquellos aspectos que puedan inducir a impresiones negativas. Algunos consejos básicos serían los siguientes:
– Una persona con curvas resulta más accesible que una tipo armario, pero redondeada en exceso resta credibilidad.
– Una persona tipo atlético ofrece más solidez y estabilidad, pero a cambio puede resultar lejana.
– Una persona angulosa da la impresión de constancia, seriedad y rigor, pero en exceso da impresión de frialdad y resulta antipática.
Así que si en tu aspecto predominan alguno de estos rasgos debes jugar con los contrarios en función de lo que quieras transmitir.
– Los colores oscuros dan seguridad, estabilidad y credibilidad, al igual que las líneas rectas.
– Los colores cálidos y luminosos son más indicados para los momentos de ocio porque ofrecen más cercanía. El camel, el verde, el naranja, los marrones…
ESTEREOTIPOS DE IMAGEN PERSONAL
Pero lo ideal es combinar los colores y las líneas con nuestro físico y con nuestros objetivos. Así, veamos algunos estereotipos:
– Imagen rectangular: si eres de los que tiene poca forma en la cintura y más bien recto de arriba y abajo, ten en cuenta que vas a dar imagen decidida y segura, pero puede resultar un poco agresiva. Para fomentar la calidez y la cercanía, recurre a prendas entalladas en la cintura para que los hombros y las caderas se redondeen. Utiliza colores luminosos aunque sean oscuros para suavizar tu imagen.
– Imagen redondeada: utiliza las líneas rectas en la ropa para alargar y estilizar y evita los colores luminosos y claros. Cuando la redondez es excesiva, eliminando la parte central o los hombros, se cae en la imagen de pasividad. En este caso estructura la parte de arriba con trajes de hombreras marcadas y líneas alargadas en la parte de abajo.
– Imagen de triángulo invertido: se da cuando hay más anchura en los hombros que en las caderas. Tu imagen es de una persona dinámica y enérgica, pero quizás, de nuevo, debas suavizar la impresión para restar agresividad a tu apariencia. Trata de estructurar la parte más delgada, dándole volumen, de manera que se compense con los hombros y resulte más armónico. Utiliza colores claros y luminosos.
– Imagen de triángulo real: cuando la parte de abajo es más ancha no ofrece credibilidad, para suavizar esa impresión aligera la parte de abajo y estructura la de arriba. Este estereotipo se suele dar más en las mujeres que en los hombres.
DOMINA EL LENGUAJE CORPORAL
Pero en la apariencia física, también influyen elementos que podríamos englobar dentro del llamado lenguaje no verbal y que determinan esa sensación que se imprime en el córtex del interlocutor. Para caer bien resulta fundamental dar una imagen de cercanía, proximidad y optimismo. Éstos son algunos consejos:
– Sonríe: Como ya hemos dicho anteriormente, la sonrisa es un desbloqueador muy potente. Una sonrisa franca y cálida abre muchas puertas, imprime seguridad en quien la ofrece y da confianza a quien la recibe, reduciendo la distancia entre las personas.
– Mira a los ojos o al entrecejo de tu interlocutor: por supuesto con mesura, no más de tres segundos. Una mirada fija puede resultar inquietante, pero una mirada esquiva transmite la impresión de ser poco fiable.
– Saluda con firmeza: el apretón de manos es un saludo que está cada vez más extendido tanto entre hombres como entre mujeres. El contacto físico es muy importante. Recientemente se hizo una prueba con dos psicólogos que ofrecían la misma terapia. Uno acababa con un apretón cálido en el hombro y el otro no. Pues bien, la valoración fue mucho más positiva para el primero que para el segundo. Cuando se trata de estrechar las manos, éstas deben ofrecerse firmes: una mano lánguida imprime desgana, flojera, condescendencia o poca seguridad. Un apretón excesivamente fuerte puede dar la sensación de apremio y dominación.
– Atiende al movimiento de tus manos: no las cruces, mejor gesticula abiertamente, pero sin excesos. Es cierto que una gesticulación excesiva puede denotar nerviosismo, pero por el contrario los movimientos gestuales que se producen con naturalidad transmiten seguridad y autoconfianza. El espectro ideal donde deben moverse las manos se sitúa entre la cintura y los hombros.
– Tu postura te delata: las palmas de la mano abiertas y hacia arriba expresan sinceridad, honestidad y apertura. Las manos entrelazadas pueden indicar nerviosismo, o incomodidad. Los brazos y las piernas cruzados reflejan una actitud defensiva, aunque dependiendo del ángulo también puede demostrar superioridad. Cuando tendemos a llenar el espacio que nos rodea transmitimos seguridad en nosotros mismos, aplomo, confianza. Y, al revés, cuando nos encogemos parece que queramos desaparecer.
MODULA LA IMPRESIÓN DE LOS DEMÁS
Existen algunas actitudes claves que pueden contribuir a mejorar la imagen global que ofrecemos a los demás.
– Autenticidad. No dejes de ser tú: la impostura, la falsedad se nota, aparentar quien no se es se paga muy caro porque rara vez escapa a un ojo observador. Lo que más le gusta a las personas en general es encontrarse a otras personas que se muestran tal cual son, sin fingir y sin pretender ser quienes no son. Al final es un juego de confianza. Se trata de ir por la verdad por delante y aceptar los errores. Nos caen bien los que van de cara. No tienen que ser los más agradables o extrovertidos. De hecho solemos decir que nos simpatiza alguien a pesar de su rudeza si dice lo que siente. Pero, además, sé humilde. No está de más recordar la cita de Severo Ochoa: “Las personas son como los árboles, cuanto más fruto tienen más se agachan, más respetuosas y humildes son”.
– Efecto uno de los nuestros: Nos gusta la gente que es igual que nosotros, con la que nos sentimos cómodos. Solemos sintonizar mejor con aquellos con los que tenemos intereses comunes, aficiones compartidas, imagen similar, ideas y valores parecidos. Recordemos si no el ejemplo sobre el que hablaba Ariely cuando el experimento de las trampas y lo que ocurría cuando el actor-cebo llevaba la camiseta del Carneggie Melon o la de la Universidad de Pittsburg. Ahora bien, trabajar este efecto uno de los nuestros consiste fundamentalmente en ser capaces de, una vez más, utilizar la empatía para identificar a nuestro interlocutor.
– Aprende a escuchar y a valorar a los demás. Aunque ya hemos hablado sobradamente de las ventajas de la escucha activa y de la empatía, no está de más recordar de qué manera puede influir en la percepción que los demás se hacen de nosotros. La gente no está acostumbrada a que le escuchen, con lo cual cuando notan una atención sincera en el otro, automáticamente tienen sentimientos favorables hacia él. Un truco para que tu interlocutor se sienta importante y captar su atención es intercalar de vez en cuando su nombre en nuestra disertación. Cuando mencionamos el nombre de una persona, retenemos su atención durante 20 segundos.
Otra táctica muy útil y que no condiciona en nada nuestra autenticidad es aplicar lo que en Programación Neuro Lingüística llaman “bailar con el otro”, que como explica José Pedro García en “PNL para líderes”, consiste en acompasar nuestro ritmo, nuestro tono de voz y nuestra postura al del otro. Si es alguien que se mueve rápido y habla deprisa, es mejor acelerar nuestro discurso; si, por el contrario, es alguien que tiende a la reflexión y a la parsimonia, conviene moderar el ritmo de nuestra alocución.
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