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Relaciones Públicas: Cómo Salir Airoso de los Conflictos con Jefes, Clientes o Colaboradores

REDACCIÓN Viernes 16 de marzo de 2012

Isabel García Méndez, en su libro “Piensa, intuye y acertarás”, dedica un capítulo a cómo gestionar una lucha interna en el interior de una organización. En tu departamento de tu comunicación o en tu agencia pueden surgir conflictos con compañeros, jefes, clientes o proveedores. Estos son algunos consejos útiles.

Los avisos proceden de todos los ámbitos. Seguramente ese cliente de toda la vida, con el que llevamos años trabajando, que nos acaba de dejar en la estacada debiéndonos miles de euros, había empezado a mostrarse esquivo o a dejar de contestar nuestras llamadas. Probablemente nuestra vocecita nos avisó de que detrás de esa anticipación constante de la competencia había un saboteador oculto en nuestra organización (…) En la gran mayoría de las ocasiones negamos la evidencia porque nos resulta difícil de justificar o de verbalizar y el resultado puede ser peligrosísimo. Hay dos señales claras de que está pasando algo:

 

– Un cambio en el comportamiento: De repente nuestro compañero, jefe, colaborador, socio empieza a actuar de forma diferente. Está más taciturno, más irascible, menos comunicativo, nos rehúye, esquiva el contacto directo con nosotros, no nos mira a los ojos… O al revés, de ser una persona retraída empieza a mostrarse expansivo, habla todo el rato, está continuamente excitado o alterado… Todos estos rasgos nos pueden estar avisando de que algo va mal. Es importante aquí que antes de sospechar del otro, valoremos si nosotros hemos cambiado en algo hacia esa persona, porque en lugar de un síntoma puede ser una reacción a nuestros propios actos.

 

– Mala comunicación: Hablando se entiende la gente. Y si algo nos distingue a los humanos de los animales es nuestra capacidad de comunicarnos a través del lenguaje, pero también nuestra capacidad para intuir lo que piensa el otro. Si recibimos señales equívocas es que está habiendo algún conflicto. No desoigamos esa inexplicable sensación de que la otra persona está incómoda con nosotros, de que ya no mantiene la misma relación, porque esa impresión procede de los datos acumulados en nuestra base de datos inconsciente que de alguna manera ha establecido patrones de conducta, calificables como “normales”, para nuestra interlocutor.

 

PARA DESCUBRIR AL ENEMIGO


No se trata de volverse paranoico ni de ver fantasmas continuamente, pero los conflictos sociales son los que mayor poso emocional dejan sobre nuestro espíritu. Muchos de ellos podrían evitarse si prestásemos más atención a nuestro sistema de alarma interior.

 

(…) Y si te ves finalmente arrastrado a una lucha de poder, no puedo sustraerme a la tentación de recurrir a Sun Tzu y a su magnífico libro “El Arte de la Guerra” para escoger algunas de sus lecciones y ver cómo hasta en la guerra, y en este caso la personal, hay un mucho de estrategia deliberada pero también hay una gran parte de intuición. Veamos qué lecciones de las que propone son aplicables en las luchas intestinas y de qué manera juega con la razón y las apariencias:

 

1. Gánate a los tuyos. “La autoridad es una cuestión de inteligencia, honradez, humanidad, valor y severidad” La primera cuestión que debes tener en cuenta antes de lanzarte a una guerra de poder, es hasta qué punto puedes verte apoyado por los que tienes más cerca, algo que depende exclusivamente de tus cualidades.

 

2. Muéstrate más débil de lo que eres.  “Una operación militar implica engaño. Aunque seas competente, aparenta ser incompetente. Aunque seas efectivo, muéstrate ineficaz (…) Utiliza la humildad para que se muestren arrogantes. Atácalos cuando estén desprevenidos y haz tu movimiento cuando no se lo esperen”. Es decir, trabaja con la intuición del otro. Sé insondable. No dejes traslucir tus sentimientos ni tus dudas ante la batalla, para que tu rival no sepa a qué atenerse.

 

3. Deja que tu adversario se queme. En otras palabras, deja que sea él el que se ponga en evidencia. Como se recoge en El Arte de la Guerra, “si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”. Prueba a acercarte “ingenuamente” a los partidarios de tu contrincante para obtener el máximo de información.

 

4. Escoge el momento adecuado. “Ganan los que saben cuándo luchar y cuándo no”. A veces hay que saber ceder y dejar el paso libre a un adversario peligroso o, por lo menos, con más tablas, y esperar a que vengan tiempos mejores.

 

5. Todos a una. “Ganan los que tienen tropas cuyos rangos superiores e inferiores tienen el mismo propósito”. Establece tu propio plan, tu objetivo a medio y largo plazo y alinea tus fuerzas en consonancia con el objetivo fijado, de manera que si tienes gente a tu cargo todo el mundo sea consciente de lo que esperas de él y cómo esperas que lo consiga. Y si tienes superiores, hazles partícipe de tu plan o de tu proyecto y explícales las ventajas que tiene para la organización.

 

6. Conócete a ti y a tu rival. “Se dice que si conoces a los demás y te conoces a ti mismo ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla”. Esta máxima debería ir unida a esta otra: “La victoria está en uno mismo, la derrota en el adversario”. De lo que se trata de nuevo es de conocer tus fortalezas, tus debilidades y tus metas. Pero, también, de analizar qué ve tu adversario en ti que le hace percibirte como un enemigo. No te dejes cegar por la ira o por la rabia, porque ambos sentimientos nublan la racionalidad y también, como hemos visto, la intuición. Tu adversario tiene un punto de vista y una razón para detectarte a ti como enemigo, analízalo y utilízalo en tu favor. Con habilidad se puede transformar a un enemigo en amigo.

 

7. Adapta tu estrategia. “La victoria en la guerra no es repetitiva, sino que adapta su forma continuamente”. Es decir, lo que te ha funcionado una vez, no tiene por qué resultar bien en un escenario diferente y con un adversario distinto. Debes ser capaz de desarrollar la observación y analizar con frialdad la situación, a tu oponente y al jefe, y en función de estos tres elementos determinar la estrategia a seguir.

 

8. Finge más poder. “En batallas nocturnas, utiliza fuegos y tambores, en batallas diurnas, banderas y estandartes, para manipular los oídos y ojos de los adversarios”. Es decir, en una lucha de poder tan importante es lo que hay como lo que cree tu rival que hay. Si le haces creer a tu adversario que tienes más poder, información, aliados o contactos de los que realmente tienes es más fácil hacerle flaquear y reducir su energía.

 

9. Analiza a tu enemigo. “Cuando el enemigo está cerca, pero permanece en calma, quiere decir que se halla en una posición firme. Cuando está lejos, pero intenta provocar hostilidades, quiere que avances…”. En definitiva, intenta conocer la posición de tu enemigo, rival, adversario antes de entrar en una lucha de poder. No te dejes enredar por sus estratagemas porque es fácil que si inicia la provocación es porque se considera en una posición firme.

 

10. Si te decides, lucha sin miedo. Detrás de una lucha de poder siempre subyace el miedo: a perder una posición, un estatus, una autoestima. Y el miedo por definición es un asesor peligroso. Tanto porque te impulsa a cometer actos desesperados como porque te puede hacer perder la lucha. Como insiste Joep Schrijvers “Todo aquel que tenga miedo de las consecuencias se pone en desventaja. Si tienes miedo a perder ya has perdido”. Mariana Ferrari en el libro “La puta vida corporativa”, se lo señala a la tigresa protagonista de su fábula: “Cuántas veces había hecho lo que había creído poder hacer en lugar de lo que realmente había deseado hacer”. Cuidado con confundir la necesidad con el objetivo.

 

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