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Las técnicas de comunicación de Pablo Iglesias y Podemos: La revolución empieza con palabras

FRAN CARRILLO, DIRECTOR DE LA FÁBRICA DE DISCURSOS Miércoles 1 de octubre de 2014

Fran Carrillo, director de La Fábrica de Discursos, analiza en este artículo la estrategia de comunicación de Pablo Iglesias y su partido, Podemos, el gran fenómeno político de las pasadas elecciones europeas.

Nacen, crean, propagandean y ya veremos si mueren. Estereotipos de barra de bar mediante, los mensajes de Podemos nadan, desde su irrupción en el imaginario colectivo y su presencia cotidiana como inquilinos de la nueva telecracia, en la más profunda de las singularidades. Concebidos como maquinaria de propaganda (información + educación + manipulación persuasiva) efectiva, su calculada estrategia mediática amenaza con destruir cualquier resquicio de racionalidad política. Sabemos que el votante no calibra sus decisiones gracias a la apaciguada lectura de los programas electorales, ni a la tranquila y menuda reflexión de las propuestas planteadas, sino al modelo latino de sentidos excitados y pasiones exaltadas, que la formación de Pablo Iglesias ha sabido trabajar como ninguna desde su nacimiento.


En 1992, el célebre asesor norteamericano James Carville acudió al rescate de Bill Clinton para hacerle ganar unas elecciones con el eslogan más descarado, directo, impactante y preclaro de las campañas electorales contemporáneas: Ante un escenario complicado, donde la popularidad de George Bush senior era notable y la intención de voto a su favor creciente, Carville dibujó un cartel de campaña -en principio dirigido solo a consumo interno para resaltar entre los suyos dónde había que poner el foco de la campaña-, que se convirtió en el mantra de dichas elecciones: “es la economía, estúpido”. Cuatro palabras que fueron la gasolina de un coche que empezaba a funcionar. Porque en campaña influye el contexto como influye la percepción de la ciudadanía sobre su bolsillo. Tanto pesa, tanto voto al que hace posible que pese. Así ha sido casi siempre.


Por eso Podemos ha centrado el argumentario, desde que se conformaron como partido, en torno a la crisis, con mensajes de contraste: víctimas y culpables, lo viejo y lo nuevo, la casta y el pueblo, las elites (troika) y los desahuciados del sistema. El cerebro del ciudadano-votante decide mejor cuando se le dibuja en su memoria el antes y el después, cuando se le da a elegir entre blanco y negro. La verdad no importa. Lo relevante es que suena verosímil. Y suena, y resuena, y se comparte. Y multiplica sus efectos si no hay virus contraargumental efectivo. Y de momento no lo hay. Porque para derribar las tesis antisistema de Podemos no basta con acudir a Venezuela como fantasma de todos los males patrios. Al español medio no le importa que Chávez o Maduro pagaran servicios prestados (es el contribuyente venezolano quien debe pedir explicaciones) pero empieza a preocuparle cómo piensan reconstruir el sistema que piensan aniquilar. Ahí no valen mantras, sino fondo de armario discursivo.


LENGUAJE DE BARRA DE BAR: EL DISCURSO BOOMERANG


Tras reconocer que, detrás de sus propuestas económicas, sociales y políticas de la campaña para las europeas había mucho marketing electoral, el formado equipo de estrategas de Podemos necesita equilibrar su lenguaje de barra de bar (comprensible, replicable y recordable) por contenido de gestión, más allá de la utopía de una revolución que en la forma seduce mucho, pero que en el fondo conduce a nada. Es hora de empezar a explicar la importancia de las cosas mediante un relato ágil y asimilable.


El portavoz Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, como Iglesias y el núcleo duro del partido, dice que ya avisará a los técnicos de Hacienda pertinentes para que apliquen su programa económico. Es decir, lo primero es ganar, luego ya veremos cómo gobernamos. Sabedores de que el voto no se devuelve y que en frío muchas decisiones se confunden, en el laboratorio de la formación circular creen que el mantenimiento de la crisis y el surgimiento de escándalos continuos de las élites amplificados por el altavoz mediático, es una catarata de votos hacia ellos. Por eso les estimulan, por eso no quieren que se acabe, por eso otros partidos (PSOE, Pedro Sánchez) ni siquieran mencionan el nombre del partido, y sustituyen el verbo combativo por el sustantivo populismo. Lógico. Si uso un concepto le estoy dando carta de reconocimiento, admito su existencia, le otorgo credibilidad, le pongo en la partida (y en la casilla de salida).


Podemos había hecho posible lo que la ciudadanía llevaba tiempo demandando a la clase política española. Más transparencia (información y participación) y listas abiertas (para garantizar legitimidad a los ganadores). Rendir cuentas debe ser algo consustancial en democracia participativa y en política la efectividad se mide precisamente por esa ecuación de transparencia + participación. “Sólo me implicaría en algo que estuviese construido desde la participación directa de la ciudadanía, que convocase a la gente a ser protagonista y no espectadora”, afirmaba Iglesias poco después de anunciar su intención de presentarse a las elecciones como cabeza de lista hace ya varios meses.


Desde entonces, han sabido interpretar a la perfección cuál era su target político. Analizaron el 15M y lo que en él se cocía entre bambalinas. El activismo ciudadano llevado a su máxima expresión mediático-callejera. Y articularon lo que yo defino como ‘discurso boomerang’, esto es, acercarse a la calle, escuchar qué mensajes lanzaba, qué palabras de protestas y petición emitían los ciudadanos para, tiempo después, y una vez tamizado con el envoltorio formal adecuado, devolver esos mensajes a la calle transformados en nitroglicerina pura: discursos incendiarios, revolucionarios, discursos indignados. Le devolvían al pueblo lo que el pueblo les había transmitido. Simple estratega de empatía y conexión, algo que las formaciones tradicionales hace tiempo que dejaron de hacer. Escucharon, se organizaron, se estructuraron y poco después hicieron política. Demagógica, oportunista, pero política. Activa y activista, de acción y relato, de historia y aplicación, de limpieza y cercanía.

 

 

CÍRCULOS EN RED


La improvisación preparada y cocinada, el mensaje, sazonado y condimentado. Que no entre por los sentidos, sino por las sensaciones. Que no se piense si nos gusta o no mientras sepamos qué queremos repetir. Es la esencia de los mensajes ‘fast food’. De la política nihilista, creada de la nada y sin decir nada, para conseguir algo aunque ofrezcas nada. Ello se trabaja en esos círculos en red que en cada barrio, en cada distrito, en cada plaza de cada pueblo se repite sin cesar, donde las discrepancias surgen pero no interesan, porque debilitan el objetivo, en el que el programa de los titulares marcan la agenda (hasta 2015 al menos).


Dichos círculos se confirman alrededor de una estructura heredera de los métodos asamblearios y participativos del 15M que de inmediato tomaron cuerpo en forma de primarias abiertas. Líderes elegidos por sufragio popular universal (del universo allí presente y consciente). Un esquema con el que cuentan para vencer en la otra política, más digital, más interactiva, menos discursiva y más co-participada, una política definitivamente trans:

 

A) Transformadora, que modifique los sistemas de poder y participación tradicionales. El paso de lo vertical a lo horizontal, de la jerarquía al colectivismo en las decisiones. De la élite al pueblo.

 

B) Transversal, que aúne diferentes sensibilidades de indignación. El tema fue el sistema y quienes estaban al frente de él. Mediante reuniones asamblearias, tablet o smartphone en mano, constituían mareas digitales de compromiso y acción.

 

C) Transparente. Denunciaban a los “usurpadores de la soberanía nacional” con mensajes que atacaban la opacidad de quienes decidían; “no sabemos quienes son y no queremos conocerlos. Queremos decidir si con el dinero pagamos la deuda o los servicios sociales”, se podía escuchar en una de esas concentraciones en Madrid. A los pocos días, era un mantra repetido por toda España. Información limpia, sin filtros opacos. Lo que se decidían en una reunión (llamada círculos por sus promotores, que más tarde analizaremos) se sabía en la otra y de inmediato se iniciaba el efecto contagio de proclamas y difusión de mensajes.

 

CONCLUSIÓN:


El simbolismo de una causa es más potente que sueños desfigurados y más cuando se entiende la política no desde la proclama de púlpito sino desde el carácter bidireccional de los mensajes. En Podemos interactuar es sinónimo de conocer y saber cómo responder a las necesidades que se escuchan. Ahora en las instituciones, convertidos en cierta casta, veremos si sus mensajes son tan eficientes como durante la campaña. Ya no valen los mantras de contraste, ni los discursos de prédica continua. La gente sigue indignada y desde al arrebato del hastío pueden surgir otras fuerzas que ocupen el espacio de descontento que ahora ocupan las tropas de Iglesias, Monedero y Errejón. La revolución empieza con palabras, la evolución se escribe con hechos.

 

 

EL AUTOR:

 

Fran Carrillo

Director de La Fábrica de Discursos

Socio de Goverment Consulting Group

@francarrillog