viernes, noviembre 22, 2024

La comunicación, lejos del consenso y vehículo de control ideológico y polarización

ARTÍCULO DE NURIA GISPERT DE CHIA (ESTUDIO DE COMUNICACIÓN) / No deja de ser irónico que quien pone en duda la democracia haga uso de sus mecanismos y consiga probar su propia teoría. Esta contradicción subraya cómo, en una sociedad polarizada, la distancia entre los ideales proclamados y las necesidades reales de la población puede volverse abismal, alienando a aquellos que no encuentran en las políticas progresistas una respuesta a sus preocupaciones cotidianas.

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Por Nuria Gispert de Chia, Change & Leadership Coach de Estudio de Comunicación / 22 de noviembre de 2024

La misma insensibilidad y deshumanización que se atribuye a los republicanos hacia inmigrantes y colectivos vulnerables históricamente marginados, es la que pueden haber mostrado los demócratas hacia otro sector de la población estadounidense y lo que podría haber llevado a Trump a la victoria. El hombre naranja superó a Harris con una ventaja de 34 puntos entre los votantes blancos sin estudios y también redujo significativamente la brecha de apoyo entre los votantes negros de este mismo grupo, tradicionalmente demócrata.

A medida que los liberales han ido defendiendo políticas de laboratorio, concebidas desde principios éticos e intelectuales en los centros de pensamiento e investigación de las universidades americanas, se han ido alejando de la realidad de una parte importante de los votantes. Amparados por el aura de superioridad que les otorgan las paredes centenarias impregnadas de intelecto y juicio acumulado, los demócratas parecen haberse olvidado de ese sector de la población preocupado por la cesta de la compra y aferrado a unos valores tradicionales que representan su única fuente de seguridad, sentido de pertenencia y propósito.

Históricamente el partido progresista ha adoptado una actitud de superioridad moral hacia este segmento social, postura que, con el aumento de la polarización, se ha transformado en un desdén permanente, convirtiéndose en algo similar a llamar a alguien “estúpido” y esperar que te dé la razón. Esta polarización se encuentra en tal punto que ha hecho imposible que un republicano vote por un demócrata o viceversa, conduciendo a unos a considerar a Trump como única alternativa posible y a otros a ver en su figura un símbolo de resistencia contra el sistema político establecido, que perciben como una fuerza que les impone una identidad y unos valores distintos a los suyos.  

Y así Trump ha trascendido las barreras del partido republicano consolidándose como líder de un movimiento propio: el trumpismo. No es un movimiento contra la élite económica sino contra la élite política e intelectual. Es el movimiento del fuck you now, una revancha contra el progresismo que les humilla. Y este sentimiento de venganza ha encontrado su refugio en figuras como Trump, Musk o Stone quienes, con su actitud maleducada, burda y sobre todo, políticamente incorrecta, se han convertido en símbolos de desafío hacia un orden político que los ha menospreciado. It’s more than the economy; it’s you calling them stupid.

La comunicación, que históricamente ha sido el medio para construir consenso y cohesión en la sociedad, ha sido transformada en un vehículo de control ideológico y polarización. La política ha dejado de ser una herramienta de organización y gestión de la vida en sociedad para convertirse en un instrumento de imposición de valores y de identidad, reforzando divisiones y validando el desdén hacia quienes no se alinean con la narrativa dominante, en lugar de fomentar el diálogo y la comprensión.

Esta deshumanización en el discurso político y la comunicación actual refuerza etiquetas que reducen a las personas a meros estereotipos, ignorando las complejidades de sus historias y experiencias. Las académicas Sheringham y Taylor argumentan que escuchar y reconocer las historias individuales devuelve la humanidad a quienes han sido relegados a meras categorías políticas. Como el niño en la tragedia de Valencia, que veía su mayor pérdida en los juguetes y el coche de su amigo, mientras que para su madre quizá lo más valioso era el álbum de fotos familiar o las huellas de sus manos marcadas en una cartulina, cada persona carga con una historia única que revela sus necesidades y valores. Sin embargo, en la comunicación polarizada, estas historias son ignoradas, sacrificadas en favor de discursos que simplifican la complejidad humana y excluyen a quienes no encajan en la visión predominante.


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