ARTÍCULO DE PABLO BURGOS (EXPERTO EN COMUNICACIÓN) / Hagamos un ejercicio de reflexión y parémonos a pensar en aquello que queremos, aunque la velocidad del día a día, en multitud de ocasiones, termine decidiendo por nosotros. Pongamos en valor el poder de convicción tan importante que tiene la comunicación, el marketing y las estrategias que ponen en marcha miles y miles de empresas sobre la mesa para impactar en la sociedad. Pero sobre todo, la obligación y la relevancia de nuestros actos. ¿Y si le damos espacio al propósito? Eso sí, un propósito verdadero, de esos que permiten que la sociedad avance y mejore.
Por Pablo Burgos, experto en comunicación / 15 de noviembre de 2023
No hace falta ser utópico para darse cuenta de que no todo vale, tampoco en comunicación. Aunque pongamos como prioridad los resultados por encima de cómo llegamos a conseguirlos, todos somos conscientes de que trabajamos en un paisaje saturado y que la atención de nuestro público se vende muy cara. El propósito genuino quizá sea, en este panorama, el faro que nos puede guiar en nuestras próximas campañas.
Los datos además, refrendan esta idea y validan que trabajando y comunicando de esa manera, los usuarios acaban premiando a la marca o empresa en cuestión. Un estudio realizado por Edelman revelaba hace unos meses que el 79% de los compradores tienen una interacción que va más allá de los propios productos. Además, destaca que hay una tendencia mayor a consumir ciertas marcas si están comprometidas con asuntos como la atención sanitaria, el cambio climático o los problemas raciales. En cambio, penalizan cuando esa interacción carece de relevancia.
Unos datos que siguen la línea del informe ‘Higher Impact’ realizado por Amazon Ads y del que, gracias a los más de 7.000 encuestados, se deslizan varias conclusiones. La más relevante, que el 84% de los consumidores afirma que se está replanteando sus necesidades a la hora de comprar buscando soluciones más sostenibles.
El camino parece claro, pero no cometamos el error más común. No hablemos de parecerlo: trabajemos para serlo. Para tener un propósito que marque a nuestro público. De nada sirve que pongamos el color de turno en el día señalado o hagamos comunicaciones magníficas solo porque “es lo que deben oír de mi parte”. Trabajemos por crear campañas y estrategias con propósito real y tangible.
Debemos ser exigentes con nuestro trabajo y evitar el llamado ‘purpose washing’ que casi por inercia acabamos replicando en miles y miles de proyectos. Quizá la clave de este fundamento debería ser eliminar esa falsa percepción de que cualquiera (hablamos de marcas, particulares o proyectos temporales) debe manifestarse por todo y en todos los foros.
Por ello, como profesionales de la comunicación debemos ser selectivos y apostar por una comunicación que transmita y piense en un bien común. Como creadores de tendencias e influencias tenemos la obligación de ser consecuentes con ello y remar a favor de los objetivos por los que trabajamos siempre desde un camino propositivo e inspirador. Contamos con el conocimiento, la experiencia y las herramientas para abrir debates en medios de comunicación o entornos digitales que permitan trascender y aportar valor para construir una sociedad mejor en un momento tan delicado como este.
Tenemos la responsabilidad de tejer estrategias que no solo conecten con audiencias, sino que también generen un impacto positivo en ellas. Las alianzas estratégicas con causas sociales no solo son un acto de responsabilidad corporativa, sino una oportunidad para reforzar la autenticidad y el propósito en la comunicación, pero este debe ser real y consecuente con el porqué se realiza.
Estas líneas a priori puedan parecer demasiado idílicas. Para nada esto debe hacernos olvidar el objetivo de relevancia por el que trabajamos para nuestros proyectos. Simplemente, pretenden reflexionar sobre el camino más adecuado para lograrlo.
En definitiva, la comunicación con propósito es la búsqueda de autenticidad, transparencia y compromiso real con asuntos que trascienden lo puramente comercial. Es, en esencia, un pacto con la construcción de un mundo mejor a través de cada estrategia que planteamos.
Porque, como ya dijo aquel: Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad.