David Álvaro, director de análisis, estudios y comunicación de ACENTO Public Affairs, acaba de publicar el libro ‘Lobby en positivo‘. En esta entrevista, reflexiona sobre las principales ideas que desarrolla en el mismo y da su visión sobre el presente y el futuro de una actividad en auge.
Por Mario Montero Raya / 10 de noviembre de 2021
Cuéntame a grandes rasgos cuál es tu trayectoria profesional desde los inicios hasta la actualidad.
Estudié Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Esto ha condicionado un poco mi mentalidad. La Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense está muy politizada y en la época en la que yo estudié se estaba desarrollando el germen de los movimientos de los que surgió Podemos.
Para alguien como yo que ideológicamente se considera liberal, estar en una facultad como esa te lleva a dos caminos: o a volverte más sectario y dogmático, o a ser mucho más tolerante y abierto de mente. Yo opté por ese segundo camino.
Mientras estudiaba en la universidad empecé a colaborar en el Partido Popular, en donde trabajé durante 12 años de desempeño. Allí hice prácticamente de todo. Empecé como becario en comunicación, luego pasé al Gabinete de Presidencia del Partido Popular con Mariano Rajoy en la oposición, y luego me fui al Gobierno de la Comunidad de Madrid con Esperanza Aguirre, donde básicamente lo que hacía era escribir discursos. Los últimos 5 años estuve de director del gabinete de estudios y programas, que era el laboratorio de ideas del partido.
Después de 12 años de vida política, que además compaginé con la actividad docente en varias universidades, decidí dar el salto al sector privado. Empecé en una consultora muy pequeñita que tenía tres meses de vida, que se llama ACENTO Asuntos Públicos, que había fundado el exministro José Blanco, del PSOE.
Dos años después de su nacimiento, ya somos más de 25 empleados, tenemos oficina física en Bruselas, hemos abierto oficina física en Barcelona y tenemos un perfil que yo creo que es muy diferente a lo que hay en el sector.
Acabas de presentar tu nuevo libro, ‘Lobby en positivo’. ¿Cuál es el objetivo del libro?
El objetivo es dar a conocer qué es el lobby. En mis dos años de experiencia profesional volcado en Asuntos Públicos me he dado cuenta de que, cuando mencionas la palabra lobby, hay tres tipos de personas. En primer lugar, los que directamente no tienen ni idea de lo que es el lobby. Segundo, los que tienen alguna ligera idea que lo asocia a clichés conformados por la cultura o por el cine. Y un tercer sector de gente que son los que sí saben qué es el lobby. El libro se dirige a los tres tipos de personas.
Desde luego el lobby no tiene nada que ver con la imagen que se refleja en el cine. Los profesionales de este sector no nos dedicamos a nada opaco o ilegal, sino todo lo contrario. Los que nos dedicamos a los Asuntos Públicos buscamos crear un sector caracterizado por una mayor transparencia y por una mayor exigencia, basada en la rendición de cuentas. Que se sepa qué hacemos, para quién lo hacemos y cómo lo hacemos. Porque, a fin de cuentas, el lobby es la intermediación entre el sector privado y la administración pública.
Un principio de la abogacía dice que todo el mundo tiene derecho a ser defendido. Lo mismo ocurre en nuestro sector: cualquier empresa u organización tiene derecho a exponer sus intereses legítimos frente a las administraciones públicas. Se suele decir que nuestros servicios sólo son contratados por las grandes empresas, algo que no es verdad. Lo cierto es que hoy la mayoría de clientes que solicitan servicios de lobby son pequeñas y medianas empresas que tienen inquietudes con la administración pública, que no saben cómo hacerle llegar sus planteamientos y que pretenden solucionar sus problemas.
Muchas personas creen que los políticos tienen unos amplios conocimientos de la materia sobre la que legislan. Y eso no es así. ¿Qué es lo que intenta el lobby? Darle al decisor político todos los ángulos y todos los enfoques de una posible legislación nueva, de un problema que se puede anticipar, de una cuestión que la Administración Pública no sea consciente que puede generar un problema en el futuro. En definitiva, darle enfoques y argumentos nuevos sobre cuestiones que se puedan plantear.
Pero al final nunca condicionamos la opinión del político. Lo que nosotros damos son argumentos, pero las decisiones siempre se toman desde el sector público, desde su independencia y con todos los mecanismos legales con los que cuentan.
Tu libro se llama ‘Lobby en positivo’. Pero, ¿hay un lobby en negativo?
Desgraciadamente hay también un lobby en negativo. Sin embargo, me llama la atención que, por ejemplo, si un médico comete una negligencia, no por ello queda cuestionada toda la profesión. En cambio, en los Asuntos Públicos no siempre es así, y la mala praxis de un mal lobista suele dar mala fama a todo el sector. Y lamentablemente hay algunos malos ejemplos, como el de Jack Abramoff, que se jactaba de tener en nómina a más de 100 congresistas de los dos grandes partidos de Estados Unidos a cambio de que se cambiasen todo tipo de legislaciones. Pero lo que él hacía no puede calificarse como lobby.
Lo cierto es que estos son casos excepcionales. Este ejemplo es muy llamativo a nivel histórico, aunque Abramoff acabó siendo condenado y cumpliendo penas por seis delitos. Además, en España no ha habido ni un solo caso de corrupción vinculado a los asuntos públicos.
Hay que dejar bien claro que el lobista no es un conseguidor. No, un conseguidor es otra cosa. Es un tipo que se cree que, por tener una amplia extensa agenda de teléfonos puede conseguir que le cambien leyes, que le hagan favores… Eso no es lobby. El lobby exige es dedicación, estrategia, análisis de escenarios, saber cómo interlocutar con la administración pública y hacerlo con todas las garantías. Por eso es fundamental que haya una ley que regule nuestra actividad.
¿Será posible acabar con las connotaciones negativas del término? ¿La regulación del sector contribuirá a su normalización?
No sé si será posible acabar con las connotaciones negativas porque todas las profesiones suelen tener aspectos negativos. Las connotaciones negativas no se van a disipar de la noche a la mañana, pero sí se pueden llevar a cabo acciones para que la gente conozca qué es el lobby y cómo funciona. Ese es el objetivo de este libro. Y para ello, es importante que haya una legislación del lobby que haga que todo el sector funcione con las mismas normas de juego y le dote de la debida transparenta. Todo el mundo debe saber cómo actúa el lobby, qué intereses defiende, cuánto destina a qué y hacer las cuestiones más transparentes.
En España no hay legislación a nivel estatal. Sí la hay a nivel autonómico, a nivel local o con algunas entidades públicas, pero no a nivel nacional. Es muy llamativo ver cómo en Estados Unidos, por ejemplo, hay legislación de lobby desde el siglo XIX. O ver cómo en países de nuestro entorno hay legislación de lobby. O, caso muy llamativo, las naciones surgidas de la división de la Unión Soviética tienen legislación de lobby. Te vas a Lituania, a Georgia o a Macedonia, y tienen legislación del lobby. ¿Eso significa que haya más garantías? No necesariamente, pero sí significa que hay más transparencia y que dificulta que haya comportamientos inadecuados
En el libro defiendes la importancia de los Asuntos Públicos para el progreso social. ¿Qué valor añadido aportan los asuntos públicos a la sociedad?
Pues aporta muchos valores. Hay un estudio de la Universidad de Harvard que sostiene que, si en los años 90 lo que generaba mayor beneficio económico para las empresas era la inversión en bienes de equipo, hoy en día lo que genera más beneficios económicos es la inversión en lobby.
Pero no hay que quedarse sólo con la idea del beneficio económico, sino que debemos ampliarlo al beneficio reputacional, de imagen, de dinamismo, de interlocución. Tenemos que pensar que tradicionalmente en España y en las sociedades occidentales, el sector privado y el sector público han ido por caminos paralelos, pero nunca han compartido criterios. Lo interesante es que haya cauces de entendimiento y que vayan de la mano. No que vayan siempre juntos, pero sí que tengan vínculos.
Ahora eres director de análisis, estudios y comunicación de ACENTO Public Affairs. ¿Cómo es un día de trabajo cualquiera en la vida de David Álvaro? ¿En qué consiste tu trabajo?
Cada día es diferente al anterior. Nosotros no somos una agencia de Asuntos Públicos de nicho. No somos una agencia de Asuntos Públicos que sólo se dedique, por ejemplo, al área sanitario o al energético. Somos trasversales, por lo que tenemos clientes multinacionales, pequeñas y medianas empresas o entidades desde ONG hasta asociaciones empresariales. Y esto es lo bonito de este trabajo: poder trabajar en sectores de lo más diverso, desde la movilidad o la energía, hasta el ocio, el turismo, la cultura, la educación… Es un trabajo muy gratificante en el que tienes un pie en las administraciones públicas y un pie en el sector privado.
Una de las cosas que más me gustan de ACENTO es que sólo defendemos intereses de las empresas que creemos que son positivas para la sociedad. No queremos tener muchos clientes, sino que éstos sean de calidad. Somos una consultora boutique. Y para eso tienes que ser muy honesto. Si alguna vez viene alguien pensando que tú eres un conseguidor y no un lobista, no trabajaremos para él.
Nosotros trabajamos mucho las estrategias. Hay gente que puede pensar que el trabajo de asuntos públicos consiste en que alguien del sector privado te cuente su problema y tú se lo cuentes al político. Esto no es así. Detrás de nuestra actividad, hay muchísimas horas de trabajo con equipos multidisciplinares. Se destinan muchísimas horas a elaborar estrategias para decidir es la mejor forma de colocar un mensaje en la administración pública, el enfoque más adecuado o cómo puedes hacerle ver a un decisor político que va a tener un problema en el futuro.
¿Cómo le explicarías a un profano en la materia, a ese grupo de los tres que has citado que no tiene ni idea de qué son los asuntos públicos, cuáles serían los diferentes pasos a seguir en una estrategia de lobby?
La primera es escuchar a tu cliente o potencial cliente sobre cuáles son sus problemas, cuál es su planteamiento o qué necesidad tiene de ti. Escucharle y entenderlo. Luego te reúnes con tu equipo para elaborar estrategias con las que comunicar a tu interlocutor de la Administración Pública que se le avecina un problema o que hay una legislación en la que debe tener en cuenta que hay un sector que va a ser afectado. Lo que elaboras son estrategias de corto, medio y largo alcance, centradas en el corto, medio y largo plazo, para trabajar conjuntamente con las Administraciones Públicas.
Antes de trabajar en Asuntos Públicos, me has dicho que te dedicaste a la política, específicamente a la comunicación política. ¿Qué te hizo cambiar de área?
Yo he trabajado muchos años en comunicación política, pero también me he formado también en comunicación empresarial. Al final, lo que aprendes es que tienes que ser eficaz en los mensajes que lanzas y, sobre todo, hacer ver a tu interlocutor que lo que tú le estás planteando es una alianza. Que no estás yendo en contra de nadie, sino que estás intentando crear sinergias. En Asuntos Públicos, la creación de sinergias es fundamental. Y no es muy diferente a como funciona la política o, por lo menos, como yo entiendo la política.
Hay dos tipos de consultoras que ofrecen servicios de Asuntos Públicos: las especializadas sólo en Asuntos Públicos y, en segundo lugar, las agencias de comunicación que han integrado este servicio. ¿Cuáles consideras que son las ventajas e inconvenientes de ambos modelos?
Bueno, yo te voy a hablar del perfil de nuestra consultora, que es única y exclusivamente de Asuntos Públicos. ¿Por qué? Porque al final ha habido un cambio de paradigma en el sector privado. Si hace una década la comunicación era imprescindible y cualquier compañía, pequeña, mediana o grande, entendía que necesitaba el apoyo de una consultora de comunicación que le ayudase a hacer llegar a la ciudadanía sus mensajes, hoy en día ya no se le da tanta importancia a la comunicación y se le da más a la interlocución con las Administraciones Públicas. Por eso el lobby es un sector en constante crecimiento. Hace pocos años, en España había dos o tres empresas dedicadas a los Asuntos Públicos. Hoy somos muchas más. Y eso es muy sano para el sector, que cuanta más competencia haya, mucho mejor.
Nosotros sólo nos dedicamos a los asuntos públicos. Creo que este enfoque nos da la capacidad de estar más centrados en lo que le preocupa al cliente. No obstante, entiendo que son dos modelos que cohabitan a la perfección, que son totalmente legítimos y que todos tienen sus virtudes y sus defectos.
Para un consultor de Asuntos Públicos, ¿qué es más importante? ¿Una buena red de contactos o un buen método de trabajo?
Los lobistas del siglo XX te dirían que una buena agenda de teléfonos. Tradicionalmente se pensaba que con tener una buena agenda de contactos las cosas funcionaban. Tal vez fuera así en el siglo XX, donde no había los mecanismos garantistas de hoy. En España, las últimas crisis económicas han generado un nivel de exigencia extrema en la vida pública. Ya no te vale simplemente esa idea de “yo no tengo el teléfono de un político”, “conozco a otro cargo público”, “me llevo bien con el alcalde de un sitio o el presidente de una comunidad autónoma”. Eso hoy ya no te vale. Lo que te valen son las estrategias. Hoy cualquier cargo público va a estar a disposición y lo que tienes que hacer es convencerle de que tus argumentos son potentes y de que lo que defiendes es algo honesto, íntegro y positivo para el conjunto de la sociedad.
Para cerrar y siguiendo con el tema de la comunicación política. El Ala Oeste de la Casa Blanca, Borgen, Baron Noir, House of Cards… En estas series aparecen consultores. ¿Cuál refleja mejor la actividad real de un consultor político?
Pues fíjate, yo soy muy cinéfilo y te diré que no he encontrado todavía una serie que trate la profesión con honestidad. Creo que no hay ninguna serie ni ninguna película que dé un ejemplo claro de cómo funcionan los asuntos públicos, teniendo en cuenta que al final tanto series como cine lo que buscan es que el espectador esté entretenido.
Pero sí hay escenas de películas que, para bien o para mal, marcan un poco lo que es la perspectiva del lobby. He puesto antes el ejemplo Jack Abramoff, cuya historia se refleja en la película Casino Jack. También El Dilema es una película muy interesante sobre la labor de lobby, en este caso sobre una compañía tabacalera. Hay muchísimas escenas de películas que te evocan el lobby.
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