REDACCIÓN Jueves 3 de marzo de 2016
Miguel Angel Robles, socio director de Euromedia Comunicación, reflexiona en su blog sobre los grandes cambios que se van a producir en la práctica del lobby.
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El post comienza con una referencia a la invitación que el Real Madrid hace a Ramón Espinar, senador de Podemos, para asitir al palco del Santiago Bernabéu, y a la negativa del político. Algo que le lleva a Robles a afirmar que «las reglas del juego del lobby van a cambiar, si no han cambiado ya».
Ello se debe, en su opinión, a una transformación social relacionada con la inversión de la pirámide de la prescripción: la influencia ha dejado de ejercerse de arriba abajo, para empezar a ejercerse de abajo arriba.
«Dicho de otra forma, el crédito y la capacidad influencia ha dejado de corresponder a los que están en la cúspide de la sociedad (los líderes políticos y empresas, las marcas de las grandes corporaciones, los medios de comunicación y sus líderes de opinión) para pasar al territorio de los iguales. Nos fiamos mucho más de lo que nos dice el empleado que el directivo, y el vecino que el presidente de la comunidad. La opinión manifestada en las redes y en los foros digitales y en las encuestas de la calle nos parece más libre y valiosa que la recogida en los viejos cenáculos de influencia, porque nos creemos mucho más a nuestro igual que a quien teóricamente tiene más información y formación para opinar».
Para el socio director de Euromedia Comunicación, «los influencers no están en las tribunas VIP, y no hay palco, ni en el Bernabéu ni en ninguna parte, que pueda ejercer influencia alguna frente al rugido de una grada. La forma de hacer lobby que simboliza el palco del Bernabéu ha caducado. La influencia en los asuntos públicos es un partido que hay que jugar en las gradas y a pie de estadio».
«Por eso mismo, los tiempos que vienen son muy malos para los lobbistas a la antigua usanza, y para los alternadores profesionales de palcos y tribunas VIP, y en general para aquellos que han concebido y vendido el lobby como un ejercicio profesional que hay que ejercer entre bambalinas y con la máxima discreción, al margen del foco mediático y por supuesto de la presión social. También es cierto que en esa tribu lobbista ha habido tradicionalmente mucho falso chamán, asiduo de las puertas giratorias, que ha vivido de apelar a sus contactos, mientras en realidad no hacía nada, o no hacía otra cosa que decir que hoy iba a desayunar con Tal y mañana almorzaba con Cual, cuando en realidad Tal y Cual eran políticos que iban a desayunar y almorzar con doscientas personas más después de dar una conferencia».
En su opinión, «frente a la vieja idea de que el lobby necesita discreción (ese simpático eufemismo de la opacidad), los nuevos tiempos imponen una forma de hacer lobby basada en la transparencia y en la convicción profunda de que el potencial de influencia está directamente asociado al interés público de nuestra reivindicación (empresarial, corporativa, profesional), y por tanto directamente vinculada a la capacidad de hacer ver hasta qué punto nuestros intereses coinciden con el interés general».
Y concluye: «El lobby de la opacidad y los contactos entre bambalinas ha muerto. Bienvenido sea el lobby de transparencia y la comunicación social«.