ARTÍCULO DE CARLOS MOLINA (INCÓGNITO) / El despliegue de inteligencias artificiales generativas al que asistimos desde principios de 2021 ha alterado de tal manera el escenario de la comunicación y el marketing que cada día supone una novedad y un supuesto paso adelante.
Por Carlos Molina, Director General de Incógnito / 28 de marzo de 2023
Hace dos años, abrió el fuego, de forma oficial, Dall-E, la plataforma de generación de imágenes a partir de texto de Open AI. A partir de ese momento, la velocidad a la que se han sumado a esta carrera otros entornos similares y se han desarrollado aplicaciones complementarias para sacar partido de este tipo de herramientas no ha dejado de aumentar su velocidad.
Contamos con entornos con los que es posible crear fotos, ilustraciones, vídeos y textos detallados. Podemos generar y editar vídeos aportando las instrucciones adecuadas para ello (prompts), traducir con increíble fiabilidad casi cualquier texto en casi cualquier idioma, seleccionando incluso el estilo y la personalidad que queremos transmitir. Podemos realizar transcripciones automáticas, resúmenes de reuniones y, ahora, presentaciones en PowerPoint con solo proporcionar al sistema la documentación de origen y unas básicas instrucciones sobre el resultado que esperamos obtener. Gracias por ello, Microsoft Copilot.
Los beneficios inmediatos de la inteligencia artificial
Hace apenas un año, el futuro se escribía con las letras de metaverso. “Esta es la revolución más importante que hemos vivido en el entorno digital en los últimos veinte años; próximamente, el metaverso será la forma de navegar por internet”, nos decían los expertos. Parece que se equivocaban, pero tal vez no sea así, sino que el orden de prioridades ha cambiado. Los resultados de los sistemas de inteligencia artificial son inmediatos, visibles, accesibles y masivos. No solo nos ofrecen un volumen de contenidos mayor, sino que estamos viendo que podemos optimizar nuestro trabajo a mayor velocidad.
Para los que nos dedicamos a la comunicación, los beneficios son una realidad. La inteligencia artificial nos ayuda, de facto, a estructurar el trabajo administrativo. Podemos generar esquemas en un instante y preparar artículos perfectamente ordenados, redactar posts y contenido para internet siguiendo criterios SEO, traducir documentación con solvencia, locutar piezas multimedia para redes sociales mediante voces sintéticas, generar imágenes de recurso bastante aceptables e, incluso, organizar cronogramas siguiendo nuestros propios patrones. Solo necesitamos -por ahora- supervisar y corregir los errores que, de manera lógica, se siguen produciendo.
La apertura de las APIs de todas estas grandes plataformas de inteligencia artificial generativa ha posibilitado que la innovación se acelere como no hubiera sido posible de otra forma. La creatividad de profesionales de toda índole está dando lugar al mayor ecosistema de soluciones de automatización que podíamos imaginar en un tiempo récord. Difícilmente podremos aprehenderlas todas y es muy posible que, a medida que este entorno se consolide, muchas desaparezcan y terminemos trabajando con entornos globales, capaces de cohesionar funciones y ofrecernos algo que se suponía que nos trajeron los asistentes virtuales allá por 2016: una extensión digital de nosotros mismos.
El metaverso espera su oportunidad
Aquí es donde la inteligencia artificial va a cruzarse, definitivamente, con el metaverso. Este proceso evolutivo nos está acercando al desarrollo de bots personalizados que, instruidos y alimentados por estas inteligencias generativas, no solo serán capaces de responder a nuestras preguntas y bucear en la información de internet para devolvernos contenidos y soluciones coherentes. Podremos configurarlos para que adopten nuestra personalidad (ariscos, divertidos, serios, formales, desconfiados…) o la que más nos guste.
Los formaremos dándoles a leer nuestros correos y documentos corporativos, para que aprendan a escribir igual de bien o de mal que nosotros. A partir de ese momento, les proporcionaremos control sobre nuestros perfiles en redes sociales, les configuraremos una personalidad en entornos de metaverso y les abriremos el acceso a algunos de nuestros canales de comunicación digital básicos, como el correo electrónico, para que hagan gestiones por nosotros.
Podrán contestar correos, enviar informes rutinarios, escribir tweets y meterse en conversaciones con otros perfiles. Resolverán trámites administrativos, consultas con otras instituciones e incluso negociarán por nosotros, ya sea un contrato con un posible cliente, ya sea la participación en una acción de branded content con un medio. Solo necesitarán que les demos las instrucciones correctas.
Si ese es el futuro, cabe pensar que, en algún momento, un alto porcentaje de la actividad en medios sociales y en canales digitales en general la realizarán bots de representación personal: hablarán entre ellos, discutirán por nosotros y, de alguna manera, resolverán nuestros problemas o crearán otros sin necesidad de que tengamos que intervenir. Quizás entonces sea el momento de cerrar con llave el metaverso, tirarla al fondo del océano y volver a empezar a construir relaciones sociales entre nosotros.