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Casi 20 años sin José María García: así creó un nuevo estilo de periodismo

José María García es uno de los profesionales más importante en la historia del periodismo español. El libro ‘Buenas noches y saludos cordiales’, escrito por Vicente Ferrer Molina, recoge, además de decenas de anécdotas, todas las innovaciones que aportó al periodismo.

ARTÍCULO PATROCINADO POR HALLON

Por Redacción, 17 de septiembre de 2021

José María García Pérez está considerado uno de los locutores radiofónicos más emblemáticos en la historia de la radiodifusión española. Inició su carrera como reportero en 1963 en Radio España, pasando un año después a debutar en prensa escrita en el diario Pueblo y en televisión, donde colaboró en varios programas de TVE,  destacando su paso por “Estudio Estadio”. En 1972, ficha por la Cadena SER, siendo el precursor de la radio deportiva de medianoche, dentro del programa “Hora 25”. En 1982 nace la emisora privada Antena 3 Radio y en ella estrena el programa “Supergarcía”. En 1992, tras la compra por parte de PRISA de la emisora, pasa con su programa a la Cadena COPE en la que permanece hasta julio de 2000.

En agosto de 2000​ inicia un ambicioso proyecto audiovisual de la mano de Telefónica, con la creación de Telefónica Media» (Admira), filial multimedia de la compañía de telecomunicaciones, nacida para competir contra PRISA.​ García, que fue su principal impulsor, presidiría su división de deportes y conformaría en su emisora Onda Cero. El 7 de abril de 2002, dimite de sus funciones como director y presentador de “Supergarcía” y como presidente de «Admira Sport», según señaló en su comunicado, por incumplimiento de contrato, siendo hasta el momento, su última aparición como profesional en los medios.

Toda su trayectoria profesional ha sido recogida en el libro ‘Buenas noches y saludos cordiales’, en donde han quedado reflejadas sus innovaciones en el mundo del periodismo, así como un gran número de anécdotas y momentos estelares, algunos de los cuales recogemos a continuación:

Ocultar al entrevistado para garantizarse la exclusiva

“Trabajaba con gran celo. En una ocasión escondió a Legrá [famoso boxeador] antes de un campeonato: «Lo encerré en casa de mis suegros. Dos días. Para que no lo cogiera nadie». Hizo algo parecido en 1968 con un agricultor vallisoletano que ganó el premio más cuantioso de la quiniela hasta entonces: 30.207.774 pesetas (cuatro millones de euros). Fue el único acertante de catorce. Se llamaba Gabino Moral. Rellenó una apuesta simple, de dos columnas, valiéndose de un dado. Desde entonces, en el argot quinielístico, a los que ganan con una apuesta sencilla se les llama «gabinos». García fue el primero en entrevistarlo: «Lo metí en la habitación de un hotel de la Castellana y no le dejé salir. Le convencí para que se quedara a dormir y yo pasé la noche en la habitación de al lado con los ojos abiertos. No me fiaba de nadie». La noticia causó un gran impacto”.

“Quince años después, en marzo de 1983, volvió a repetir la jugada. Fue ya en su etapa en Antena 3. Un comisario de policía jubilado, Ignacio Manteola, ganó trescientos ocho millones de pesetas (6,2 millones de euros) con el 1X2. García da con él. Se entera de que vive en la calle Serrano de Madrid. Periodistas de otros medios empiezan a apostarse debajo de la emisora convencidos de que lo tiene localizado. Pretenden seguirle para que los conduzca hasta el protagonista. García se percata y utiliza como señuelo las unidades móviles de Antena 3, que envía en otra dirección, hacia la plaza de Castilla. Así pudo preservar el anonimato del ganador hasta las doce de la noche. Su exclusiva fue portada en la mayoría de los diarios”.

Críticas al ‘poder’ en plena dictadura

 “En un país en el que no existe libertad de expresión, García encuentra un resquicio para criticar al poder. Aunque sea el poder deportivo. Y lo hace con un tono sorprendentemente agresivo. Millones de españoles, hastiados del férreo control informativo que impone la dictadura, desean asomarse a esa rendija cada noche. Por eso, incluso aquellos a los que no les gusta el fútbol esperan con expectación que lleguen las doce: quieren darse la satisfacción de ver cómo le zurran la badana a los de arriba. Es fácil establecer un paralelismo entre los responsables de tal o cual federación o club y las autoridades políticas. De alguna manera, las bofetadas a los mandamases deportivos son bofetadas al régimen”.

“Incluso a riesgo de meterse en problemas, descalifica por «dictatorial» la gestión de Santiago Bernabéu, cuando España aún vive en dictadura, y critica la excesiva edad de los dirigentes deportivos, pese a que muchos altos cargos del régimen sobrepasan los setenta años. El propio Franco tiene entonces ochenta y uno”.

Necesitó protección policial

 García ha de salir protegido por la fuerza pública de muchos campos de fútbol. Los aficionados le escuchan en la grada mientras siguen el desarrollo del juego y hay quienes focalizan en él sus iras y frustraciones. Empieza a ser habitual que algún exaltado intente agredirle. «La vez que más miedo he pasado en mi vida fue en El Plantío, en un Burgos-Santander, en el que los dos luchaban por evitar el descenso [el 30 de abril de 1978, Burgos 0 – Racing 0]. A los dos minutos de partido tuvo que venir corriendo la policía a protegerme. Mi pecado es que hacía quince días que no llovía en Burgos, el campo era un barrizal impresionante y dije que habían dado un manguerazo. Me tiraron un transistor a la cabeza que pesaría tres kilos. Tuvieron que sacarme al centro del campo y la lechera [el furgón policial, llamado así en la época por ser blanco] entró al césped para poder desalojarme. Me llevaron hasta el hotel Landa, que está a diez o doce kilómetros, en la carretera de Madrid. Mari Carmen Izquierdo sacó imágenes en televisión que demostraban que habían regado el terreno a conciencia.»

García recibe amenazas de muerte. Las más graves llegaron tras investigar la compra de guardametas de Segunda División para manipular la quiniela. Un artefacto explota en el portal de su casa: «Me ponen una bomba en O’Donnell [calle de Madrid en la que vivía] y me amenazan con el secuestro de mis hijos. Eso fue lo más gordo. Tuve protección oficial». Se ve obligado a llevar escolta.

Pagar por conseguir información

El locutor reconoce que tenía muchos gastos porque pagaba a todo aquel que le facilitara información. No lo escondía. Alardeaba de ello. «Esto me cuesta mucho dinero y mucho trabajo, porque, lógicamente, el hombre que le da una noticia a José María García es recompensado abundantemente»

Hoy todavía recuerda que las propinas le abrieron muchas puertas: «En la famosa batalla del Atlético de Madrid en Escocia [en Celtic Park, Glasgow, el 10 de abril de 1974, Celtic 0 – Atlético 0], pude entrar en los vestuarios porque me di cuenta de que a todo el mundo que enseñaba el carné de periodista lo largaban de allí. Cuando me llegó el turno, encima del carné puse un billete gordo. Y claro, pasé. O cuando el botellazo a Juanito, estaba al lado del banquillo. Pues eso: otro billete».

Es sabido que García tenía acuerdos con trabajadores de hoteles y restaurantes que le informaban de reuniones que pudieran ser de su interés. Cuántas veces el locutor ha aireado el menú elegido por algunos dirigentes en cenas que se suponían secretas y hasta el precio de la factura. En otras ocasiones eran taxistas o botones quienes le llamaban de forma espontánea, simplemente porque lo admiraban. «Tenía a toda España de corresponsal», señala Fernando Ónega. También accede a información interna de los clubes, incluso de los vestuarios. Son los propios directivos o jugadores quienes le hacen confidencias para ganarse su simpatía o predisponerle a su favor. Todos lo quieren de su lado, porque como enemigo es temible. En más de una ocasión, clubes e instituciones se ven obligados a abrir investigaciones internas para descubrir al filtrador, para regodeo del locutor. «Me han acusado de tener micrófonos en restaurantes o en vestuarios, pero no es cierto. Yo tenía confidentes a los que pagaba, gratificaba espléndidamente», admitía en 2012.

‘Innovaciones’ tecnológicas

“García es un pionero: es el primero en meterse en un banquillo arrastrando un cable larguísimo y en colarse en el túnel de vestuarios; es el primero en introducir comentaristas y quien revoluciona las retransmisiones; no solo en el fútbol: también en baloncesto o ciclismo. Durante la Vuelta, sus colaboradores tenían que parar en cualquier bar de carretera que tuviera teléfono para contar lo que sabían de la etapa en ese instante. Aquello lo fue perfeccionando. «Montamos unidades móviles. Una delante y otra detrás del pelotón —explica Paco Nadal—. Utilizamos walkies, que en principio no iban demasiado bien, no alcanzaban de un coche a otro. Pero todo eso lo fueron subsanando los técnicos. Eran unos monstruos. García los veneraba.» Eran innovaciones que se hacían sin demasiados medios, con la tecnología del momento. «Fue un vanguardista, un hombre con una enorme imaginación. Lo que él hacía, no se hacía en radio en ningún país del mundo», subraya Soria”.

Pelotazos informativos al margen del deporte

“Tras nueve años de éxito imparable en la Ser, parece imposible que pueda aumentar más su popularidad. Pero un acontecimiento le brinda la oportunidad de conseguirlo: el 23-F. Cuando Tejero entra en el hemiciclo, el periodista está en el médico acompañando a su mujer: «Me fui echando leches para la emisora. Por la noche voy al Congreso porque no dejaban pasar a la unidad móvil. Y dije: “Voy a pasarla yo”. Y la pasé, porque me conocía todo el mundo». Si García tuviera que elegir el momento de su carrera del que más orgulloso se siente, sería su retransmisión del golpe, por delante incluso de la exclusiva de la matanza de Tlatelolco, en vísperas de los Juegos de México”.

Durante varias noches de julio de 2001 obvió casi por completo la información deportiva para centrarse en un conflicto laboral que amenazaba con arruinar las vacaciones a miles de españoles. “Mientras sus oyentes daban vueltas en la cama buscando despegarse del calor, juntó en antena a los portavoces del sindicato de pilotos, a dirigentes de la aerolínea y a responsables del Ministerio de Fomento, incluido su titular, Álvarez-Cascos. Unos y otros fueron exponiendo sus argumentos para sorpresa de una audiencia convocada cada noche para oír hablar, básicamente, de fútbol. García propició el acuerdo, los paros se suspendieron y, en reconocimiento, fue nombrado meses después «piloto del año» por el sindicato Sepla”. 

“La única vez que han querido comprarme”

En cierta ocasión “Florentino Pérez le llamó para felicitarle la Navidad e invitarlo a cenar. Quedaron en el restaurante Zalacaín el 8 de enero de 2002. Era martes. El termómetro en la calle marcaba un grado por debajo de cero. Al encuentro se sumó Manuel García-Durán, presidente de Telefónica Media en la etapa de Juan Villalonga y en ese momento persona de confianza del presidente del Real Madrid. Florentino Pérez rompió el hielo tratando de hacer entender al periodista los beneficios que para el club y para la ciudad reportarían las torres de la Castellana. García, en un tono correcto, mucho más calmado que en la cita del Villa Magna, insistió en sus objeciones. «Al ver que me mantenía firme y que no iba a cambiar de parecer, García-Durán me suelta: “Vale, tienes razón. ¿Cuánto cuesta que mires para otro lado?”. Es la única vez en toda mi carrera que han querido comprarme. No dije una palabra más. Me levanté y le dije a Blas [José Jiménez], el maître: “Mándame la nota a casa porque yo no ceno con impresentables”. Y ahí acabó toda mi relación con Florentino Pérez.»

La Guerra de ‘El Larguero’ y ‘Supergarcía’

Para competir con ‘Supergarcía’, la cadena SER pone en marcha ‘El Larguero’, programa conducido por José Ramón de la Morena.  «Nos las hizo de todos los colores —asegura De la Morena—. Presionó a Delfín Álvarez para que no estuviera en El Larguero el día que sustituyó a Díaz Novoa en el banquillo del Celta. A Azcargorta le aseguró que no volvería a entrenar en España si osaba atender nuestros micrófonos. A Emilio Cruz, nombrado técnico del Rayo, lo acojonó hasta el punto de que rechazó participar en el programa, aunque era amigo personal mío.»

“Se produce una escalada en el tono y en el lenguaje. De la Morena se da cuenta de que entrar en el cuerpo a cuerpo le beneficia. Su audiencia, más juvenil, más gamberra, disfruta con las burlas a García. Llena el estudio de público; la mayoría son estudiantes. Están admitidos los aplausos, las risas y el pataleo. Cada noche es una función de radio. García se niega a admitir que eso sea un programa deportivo. Lo califica de «circo». Pero De la Morena sigue a la suya. Saca El Larguero a la calle. Recorre el país haciendo su espacio en directo. Y no hay semana que no dedique alguna pulla a su oponente. Erigirse en antagonista de García le granjea simpatías y popularidad. En ese propósito tiene el apoyo de todo el Grupo Prisa. El diario El País y Canal Plus reproducen las críticas a García y alimentan la rivalidad entre ambos”.

“Según Paco González [periodista en aquella época de la cadenas SER], entonces la radio era «mucho más jungla que hoy. Tú llamabas a menganito y le decías: “A las doce”. Y le llamaba García y le decía: “A las doce”. “Es que he quedado con los de la Ser.” “A las doce.” Y a las doce menos cuarto o a las once y media ya le estaban llamando para bloquear el teléfono». De la Morena se las ingeniaba para grabar a los protagonistas antes de que los cogiera la Cope y así burlar el cerco. Eso desconcertaba a García”.

El Larguero necesitó cinco años y medio para desbancar a Supergarcía. Algunos de los que trabajaron con José María García creen que le faltaron reflejos para reaccionar a la alternativa que fraguaba De la Morena. Es el caso de Gaspar Rosety, que antes de dejar la Cope le pidió que rejuveneciera la redacción. También el de José Manuel Estrada: «De la Morena supo llegar a la audiencia con un discurso cercano, como del pueblo, jugando el papel del débil, oponiéndolo a la línea, digamos caudillista, de García. Y se rodeó de un equipo bueno y muy joven: Manolo Lama, Paco González, Jesús Gallego…».

Conseguir dinero para patrocinar La Vuelta

“A finales de los noventa, en vísperas de la Vuelta, se presentan en su despacho el director general y el jefe de publicidad para decirle que tiene que renunciar a hacer el seguimiento tradicional de la carrera: no han encontrado anunciantes para cubrir los gastos y no están dispuestos a ir a pérdidas. Delante de ellos, García saca su agenda, descuelga el teléfono y hace tres llamadas a otros tantos responsables de grandes compañías. Al cabo de diez minutos el problema está resuelto. Los directivos salieron del despacho avergonzados”.

Información deportiva con sentido del espectáculo

“Es el único que puede reunir en antena a los presidentes del Sevilla y del Betis, enemigos acérrimos, para que se reconcilien. Tras uno de los numerosos rifirrafes entre Luis Cuervas y Manuel Ruiz de Lopera, los junta en su programa pasada la una de la madrugada. «Rafael Almansa —le dice desde Madrid a su delegado en Sevilla—, quiero que narres en directo ese abrazo.»”.

“Necesitaba calificativos que no entraran en la injuria o la calumnia, aunque rozasen el agravio, y encontró un caudal abundante en el lenguaje popular. El repertorio de palabras malsonantes en Madrid siempre ha sido rico y se ha exculpado a quien las usara. Muchos de sus adjetivos no podían ser valorados como insultos porque no significaban nada, y era el tono lo que los convertía en hirientes.» En efecto, el tonillo era fundamental. García podía transformar un adjetivo favorable como «ínclito» en un improperio”.

“Aconsejado por sus abogados, decidió añadir a los epítetos más controvertidos la coletilla de «deportivo». Así, durante un tiempo, habló de «sinvergüenza deportivo», «tonto deportivo», «golfada deportiva»… En una ocasión en la que se le calentó la boca y llamó «hijoputa» a un directivo, el escritor Santiago Amón preparó un estudio del término a lo largo de la historia de la literatura española para demostrar que, lejos de ser un insulto, se trataba de un halago. El abogado de García lo empleó ante el juez como argumento jurídico”.

“Repite expresiones y frases que funcionan como un mantra para la audiencia. Al comenzarlas, los oyentes ya saben cómo acaban. Así, el rumor es, invariablemente, «la antesala de la noticia». Algo improvisado está hecho «sin orden ni concierto». Si alguien sale perjudicado en un asunto al cual es ajeno, lo hace «sin comerlo ni beberlo». El rey es «el primero de los españoles»; los ciclistas, «jornaleros de la gloria»; el periodismo, su «bendita profesión»; el silencio será siempre «sepulcral», y la claridad, «meridiana»; un accidente con víctimas es «mortal de necesidad»; huye de la adulación porque «el halago debilita»; sus jornadas de trabajo son «maratonianas», pero reconoce que es «un privilegiado»; un reto no puede ser otra cosa que «difícil y complicado», y una mala experiencia, «un auténtico calvario». Si acontece algo de lo que él ya había avisado, «lo veníamos diciendo por activa y por pasiva», y si resulta enojoso, «¡éramos pocos y parió la abuela!».

“Juega con los silencios, que alarga según la gravedad del tema que aborde para añadir carga dramática. «A veces los exageraba tanto —dice Fernando Echeverría—, que agitabas la radio. ¿Se habrá roto? Y de repente volvía: “Pero, verán…”. ¡Era fantástico!» García dice que hoy los silencios han desaparecido de la radio deportiva: «Un silencio valorativo es lo que más centra la atención. Tú puedes hacer un silencio si estás dando una primicia o haciendo una denuncia grave; pero ahora solo hay ruido y cachondeo».

“No acepta las medias tintas. Busca de sus interlocutores un sí o un no: «Ratifíqueme o rectifíqueme», se jacta haciendo un redoble de erres. Precisamente otro rasgo del idioma García es el uso de parónimos, vocablos que guardan semejanza por su sonido. Hemos visto «cantar y contar» o «servir y servirse», pero nos encontramos también con un gol «preciso y precioso», al periodista que trata de «formar e informar», al directivo que carece de «actitud y aptitud»

“García es muy de motes y de utilizar los recursos del lenguaje para barnizar su crítica de un tono despreciativo. «José María García ha revalorizado el papel del diminutivo ete como relativizador de identidades —escribió Manuel Vázquez Montalbán—. Don Pablo Porta es una cosa y Pablete Porta, evidentemente, otra. […] El diminutivo ito achica, el diminutivo ete engolfa, pero con golfería menor”.


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