REDACCIÓN Martes 22 de octubre de 2019
Olga Cuenca, médico, fundadora y ex presidenta ejecutiva de Llorente y Cuenca, artista (Ty Trias es su heterónimo) y asesora en varias empresas, intervino en la sesión de octubre de los Almuerzos de Liderazgo de Deusto Business School. Allí diseccionó las tres grandes etapas de su diversa trayectoria profesional.
“El secreto del éxito es trabajo duro, formación continua y estar con otros, no encerrarte, negociar, compartir puntos de vista”, resumió Olga Cuenca, médico, fundadora y ex presidenta ejecutiva de Llorente y Cuenca, artista (Ty Trias es su heterónimo) y asesora en varias empresas, en la sesión de octubre de los Almuerzos de Liderazgo de Deusto Business School celebrada el lunes 21 de octubre. Lo dijo en respuesta a la pregunta de uno de los directivos que asistieron al evento, tras resumir su trayectoria profesional una vez presentada por Iñaki Ortega, director de Deusto Business School en Madrid, y Lucía Casanueva, socia directora de Proa Comunicación junto a Valvanuz Serna.
Una trayectoria con tres etapas muy marcadas, que comenzó con formación en la Facultad de Medicina de su Barcelona natal, donde asistió a las mismas aulas que lo había hecho su bisabuelo (“soy la cuarta generación de una familia de médicos”) y continuó en el Hospital Pitié-Salpêtrière de París, al que llegó con una beca internacional de La Caixa para desarrollar un proyecto de investigación. Aprovechó su estancia en la capital francesa para especializarse en Psiquiatría en la Universidad Pierre-et-Marie Curie, se casó y nació su hijo.
En esta primera etapa, ligada a su formación como médico, se enmarca su regreso a España en 1988, “pese a que yo estaba muy bien considerada profesionalmente, aposté por mi familia, pues a mi marido no le gustaba París”, y su estancia en el Ramón y Cajal, donde terminó la residencia acogida por el doctor Juan José López Ibor, “de quien aprendí muchísimo”.
El salto a la comunicación se produjo de la mano de Teresa Dorn, directora general de Burson-Marsteller en España en aquella época, que le propuso hacerse cargo de la comunicación sanitaria de esta compañía. “Era para mí una gran aventura, no sabía cómo contárselo a mi padre”, reconoció la ponente, quien llegó a un acuerdo para ejercer este trabajo durante seis meses porque no sabía si iba a funcionar, “pues yo (por formación) era rara avis”. No obstante, le “encantó” el mundo de la comunicación y pasado el medio año pactado pidió extender su aprendizaje a todos los sectores con los que trabajaba la compañía y llegó a ser miembro del comité de dirección. Cinco años después, recibió una oferta de la consultora norteamericana Edelman.
Fue en ese momento, “mientras trabajaba en el business plan”, cuando se dio cuenta de que tenía capacidad para formar su propia consultora de comunicación y así se lo propuso a su ex compañero José Antonio Llorente, quien le puso como única condición que se llamara Llorente y Cuenca. “Hacíamos un buen tándem: José Antonio era un gran CEO y yo, más emprendedora y creativa”, explicó. Empezaron en 1995 como una start-up, “en un despacho cedido por el abogado Juan Pedro Medina”, y en 2011, cuando Olga dejó la empresa, eran una multinacional con sedes en Perú, Argentina, Ecuador, Brasil, México o China. Países a los que llegaron “con mucha humildad, escuchando mucho, introduciéndonos en la sociedad y aprendiendo bien el negocio de nuestros clientes”. Al tiempo que creaban “una cultura corporativa muy fuerte que hacía muy fácil replicar el modelo” en otros países.
Pero si hay algo de lo que se siente especialmente orgullosa de esta etapa es de haberse dado cuenta de que “había una parte estratégica de la comunicación que podíamos explotar” y, con ello, “elevar el nivel del sector”. En este sentido, consideró que “es necesaria una gran labor de divulgación, trasladar que la comunicación puede tener impacto en el negocio de las compañías” para que la profesión siga siendo reconocida. “Tengo un recuerdo fabuloso, pero hicimos un esfuerzo extraordinario”, valoró Cuenca su segunda etapa.
Esfuerzo que llevó a la ex presidenta ejecutiva de la compañía en 2011 a elegir “entre Llorente y Cuenca o la vida –emulando a Jorge Semprún-, y elegí la vida”. Decisión que desembocó en la tercera gran etapa en la vida de Olga Cuenca, en la que “recuperé mis afectos, porque los afectos hay que cuidarlos”, apuntó. Empezó, también, a jugar al bridge, “gané el Open de Madrid de 2012”, participó en el Programa de Reciclaje Médico Integral del Colegio Oficial de Médicos de Madrid y ejerció como médico de familia en un centro de salud. Y en 2015 decidió hacer lo que siempre había querido, “estudiar Bellas Artes, que en mi casa se veía como un hobby”, y se fue a Londres a realizar el Foundation Course en The Slade. A su regreso, alquiló un estudio y la fotografía, la escultura y la pintura se han convertido en su principal actividad. De hecho, ha expuesto en solitario en Madrid (galería Estampa) y en Bruselas (Martin’s Atelier), y va a participar con algunas obras dentro de unos días en la Feria de Arte de Leipzig.
Pero, “¿cómo saber cuándo se debe cambiar, cuáles son los indicadores?”, preguntó uno de los asistentes. “En el momento en que dejes de tener la pasión es cuando debes cambiar”, respondió con contundencia y seguridad.
Una de las bases de su capacidad de “reinvención”, como señaló Lucía Casanueva durante su presentación, puede encontrarse en su formación: “yo tuve la misma formación que mis hermanos varones y eso me dio mucha seguridad”. Algo que considera que también le hizo afrontar los prejuicios de género en una época eminentemente masculina en los consejos de administración, “y lo digo sin acritud, pues todo el mundo lo tiene difícil, nosotras y ellos”.
A consultas del público, opinó que la comunicación debe adaptarse a los cambios tecnológicos, defendió que la creatividad se fomenta desde la educación y abogó por la formación continua independientemente de la edad, “pues ahora y en el futuro no hay trabajos que duren toda la vida”. Tampoco eludió las cuestiones referidas a la política ni a su Cataluña natal. Así, consideró que “es muy difícil avanzar sin un gobierno estable, (los políticos) deberían ponerse de acuerdo”. En cuanto a Cataluña, recordó la Barcelona de cuando era niña, “avanzada, abierta, tolerante, emprendedora, con mucho debate intelectual y una burguesía muy culta (citó sus clases de solfeo y piano)”. Reconoció que, ahora mismo, la situación “es muy difícil de solucionar” y recurrió a su formación en Psiquiatría para considerar que, en cualquier circunstancia de la vida, “cuando aumentan las emociones, disminuye la razón y viceversa”.
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