jueves, diciembre 5, 2024

Claves para organizar un turno de preguntas controlado

En su libro ‘¡Si lo sé, no lo digo’ (Ed. Empresa Activa), Marcelo Castelo publica un capítulo sobre en el que analiza algunos de los principales problemas que se producen en el turno de preguntas de una intervención pública, del que ofrecemos aquí un extracto.

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Por Redacción, 5 de mayo de 2022

Ruedas de prensa, participación en mesas redondas, eventos, conferencias… Las intervenciones públicas en el mundo de la comunicación son muy amplias y de diferente formato. Por esta razón, la organización de un turno de preguntas controlado es fundamental para que nuestros objetivos comunicativos se vean cumplidos. Marcelo Castelo ofrece en su libro las siguientes claves:

1) El final mejor, al final

«Aunque la intervención se desarrollase con normalidad, si acabas tu charla con el coloquio lo que estás haciendo es dejar en manos del azar de la última pregunta la imagen final que el auditorio se lleve de ti.  Si la pregunta que te hacen te permite lucirte, ¡enhorabuena! Has tenido suerte. Si es una chorrada, la última imagen que se llevará el auditorio de ti será respondiendo a una necedad.

Si estás en una mesa redonda, dependerá del moderador, pero siempre puedes, antes de empezar, solicitarle que después de la última pregunta, y antes de que él haga su cierre, te permita unos segundos para dejar tus tres ideas finales.

Si tienes que impartir una conferencia y la organización te da un tiempo que incluye un turno de preguntas, todavía es más sencillo. Lo único que tienes que hacer es gestionar el tiempo dejando unos minutos para tu cierre final».

2) Deliberando que es gerundio

«Cuando abramos un coloquio en un escenario profesional, una aclaración que nos evitará muchos disgustos es anunciar que estamos allí para disfrutar de la deliberación y no para enredarnos en un debate dogmático. Además, anunciar que estamos dispuestos a cambiar de opinión nos humaniza ante el auditorio, lo que reducirá el nivel de hostilidad que pudiera haber y nos aporta la tranquilidad de poder mudar de posición sin sentir que nuestro ego esté saliendo malherido.

Por supuesto, en el caso de que te hagan un planteamiento absolutamente contrapuesto a tus tesis o ideales no tienes porqué asentir. Siempre puedes reclamar tu posición desde el respeto y para ello el humor siempre es un gran aliado. Una respuesta del estilo “en esto estoy en la acera de enfrente. Entiendo y respeto tu opinión, pero estoy muy lejos de compartirla”, con una sonrisa abierta y franca en el rostro puede ser una estrategia”.

3) Tictac, tictac

«En comunicación el control de los tiempos es muy importante y la gestión de las preguntas también. Escucha la pregunta entera sin interrumpir a la persona que te esté interpelando y, por supuesto, no empieces a responder hasta que ésta finalice. Cuídate mucho de interrumpirle con los consabidos «ya sé que vas a preguntar», «siempre me hacen esta pregunt»a o «esa una duda muy habitual», que dejan a quien tiene la cortesía de interactuar contigo como un lelo sin mucha creatividad.

Repetir con nuestras palabras la pregunta que hemos recibido es una técnica que nos permite ganar tiempo mientras buscamos la respuesta más adecuada y, de paso, nos aseguramos que todo el auditorio ha escuchado bien la pregunta. Si estás en un entorno formal o el tema puede llevar un cierto nivel de controversia puedes tomar notas antes de responder. Esto dará a la audiencia imagen de profesionalidad y la persona que hace la pregunta se sentirá halagada al sentir que su duda es merecedora de tu máxima atención.

La forma de limitar el tiempo del coloquio debería ser explicada justo antes de la primera pregunta. Con un «ahora tenemos unos cinco minutos para el coloquio» o «tenemos tiempo para dos o tres preguntas» es más que suficiente».

4) ¡No especules! ¿Por qué especulas?

«En ocasiones podemos llegar tan tensos al turno de preguntas esperando un dardo envenenado que solitos tocamos el tema que queríamos evitar sin que nadie nos lo pregunté.

Por lo tanto, es muy conveniente centrar muy bien el sentido de la pregunta que se nos hace. Es cierto que decirle a alguien públicamente que no le has entendido y que te haga la pregunta de otra forma puede generar en el conferenciante una cierta incomodidad. Algunos oradores pueden tener el temor de estar trasladando una imagen de lelo o, lo más normal, de haberse despistado, y otros la sensación contraria: temor a hacer parecer a quien pregunta como un bobo.

Sin embargo, algo como «discúlpame, no he entendido bien la pregunta. ¿Te molestaría volver a hacerla?» creo que puede ser una expresión suficientemente neutra con la que nadie tiene que salir perjudicado».

5) Caballero o caballo

«Una de mis máximas es «nunca desaproveches una oportunidad para mostrar tu elegancia» y esto se hace justamente en los momentos en los que alguien comete una torpeza y tú no solo no aprovechas para dejarle en evidencia, sino que le echas un capote ayudándole a salir del entuerto.

Si crees que la pregunta está fuera de lugar, utiliza expresiones que suavicen la respuesta y que no hagan que ni interlocutor ni auditorio se sientan incómodos ante un ataque gratuito a una torpeza. En este escenario podríamos decir que el ataque gratuito pudiera provenir de la mordacidad, la ironía, el sarcasmo, la arrogancia, la soberbia o cualquier posición por parte del conferenciante que desprestigie al interlocutor».

6) El equilibrio del equilibrista

Uno de los errores más habituales de los neófitos incluso de muchos oradores con tablas es el exceso de agradecimiento con el auditorio.

Esas personas que inician siempre su respuesta con coletillas como «muy interesante tu pregunta», «magnífica pregunta», «me alegra que me hagas esta pregunta» y derivadas nos llevan desde el mundo de la persona cortes al del meapilas que quiere, a toda costa y forzando la situación en lo que sea menester, quedar bien con todo el mundo. Es una actitud poco recomendable».

7) El espontáneo

«Una singularidad con la que hay que contar en el coloquio es con la aparición del espontáneo. En un porcentaje quizá no elevado, pero si suficientemente molesto, de las conferencias a las que ha asistido, apareció alguien que utilizó el turno de preguntas para solicitar la palabra sin intención alguna de indagar nada. Lo hizo sólo con la vieja idea de aprovechar el auditorio para soltar su diatriba.

Aunque se les ve venir a los pocos segundos, mi técnica consiste en dejarle intervenir un par de minutos en los que el susodicho hablará sin concretar pregunta alguna y habitualmente divagando. Llegado el momento le interrumpo e ingenuamente le digo algo parecido a «disculpa que te interrumpa. Quiero responderte lo mejor que sea capaz, pero no entiendo la pregunta y me estoy perdiendo, ¿cuál es la pregunta, por favor?».

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