Alfredo Urdaci, en su libro ‘Manual urgente de comunicación’, desarrolla en un capítulo una interesante tipología de falacias, argumentos que parecen válidos pero que en realidad no lo son. Ofrecemos aquí un extracto.
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Por Redacción, 24 de noviembre de 2023
Al desarrollar cada una de las falacias, Urdaci las ilustra con ejemplos sacados de la actualidad política o social, aunque también válidas para la comunicación de crisis aplicada a cualquier tipo de marca. Estas son algunas de las principales falacias recogidas en el libro:
Falacia Ad Nauseam
Es una de las más socorridas. Tiene un perfume goebbelsiano. Un texto de Lewis Carroll nos ilustra sobre su funcionamiento: «Excelente lugar para el snark!», exclamó el capitán, a la vez que desembarcaba con sumo cuidado a su tripulación: ensortijando los cabellos de cada marinero en su dedo, los ponía fuera del alcance de las olas. «Excelente lugar para el snark!», repetía, como si la sola frase debiera estimular a la tripulación. «Excelente lugar para el snark!», y lo digo por tercera vez. Recordad: todo lo que os diga tres veces es siempre verdad».
Es un fragmento de ‘La caza del Snark. Agonía en ocho espasmos’, del autor de Alicia en el País de las maravillas. Si lo dicen tantas veces será verdad. Es el sesgo cognitivo que supone la cascada de disponibilidad. La simpleza está por todas partes. Una creencia colectiva gana cada vez más fuerza al ser repetida una y otra vez en el discurso público. Es una de las utilizadas por la propaganda política: frases simples como clavos, sobre las que se martillea una y otra vez hasta que quedan instaladas en la opinión pública de una forma inamovible. Los intentos de desplazarlas resultan vanos. Es más, el efecto burbuja que crean las redes sociales hace que los desmentidos refuercen la convicción de quienes creen en la falsedad. Así, los convencidos de que Obama no nació en los Estados Unidos, y de que su partida de nacimiento esconde una verdad incómoda siguen sosteniendo tal patraña, más allá de toda evidencia (…)
La falacia de la Pregunta Compleja
Consiste en ocultar una afirmación dentro de una pregunta. ¿Cómo va su madre del problema con las drogas? ¿Ya has dejado de pegar a tu mujer? ¿Es usted un ladrón? Admitir este tipo de preguntas implica entrar en un marco que condiciona cualquier respuesta. Es un viejo truco de periodistas. Frente a un banquero un redactor pregunta: ¿cómo afronta la crisis de valor de las acciones de su entidad? El reflejo es contestar en términos de crisis: “la acción no tiene ninguna crisis”, de tal forma que al asumir la afirmación que contiene la cuestión no hay forma de zafarse de ella. Hay un ejemplo clásico de la falacia de la pregunta compleja. Fue la pregunta formulada por el Gobierno de Felipe González para el referendum de la OTAN: ¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la nación?”.
Falacia del Obscurum Per Obscuris
(…) Esta falacia consiste en recurrir a palabras técnicas para que nuestro argumento tenga un halo de profundidad y relevancia. No es en sí misma una falacia, sino más bien un truco retórico: que la explicación sea más difícil de entender que aquello que se quiere explicar (…)
Falacia del Falso Dilema
(…) nos ponen frente a una alternativa: o estás conmigo o estás contra mí. “O están con América o contra nosotros», que dijo Bush tras los atentados del 11 de septiembre (…) El populismo, con su división de la política en amigos y enemigos, utiliza esta falacia con soltura: «o estas con la gente, o sirves a la casta”. Es simple, reductora, maniquea y mucho más eficaz de lo que nos gustaría, sobre todo en tiempos de tensión social.
Falacia Ad Hominem
Consiste en atacar a las personas para destrozar sus argumentos. Se trata en el fondo de un desvío de la atención a asuntos ajenos al debate. Cuando Iglesias Turrión recurre al “Felipe González, el hombre de la cal viva”, está intentando demoler la oposición a un pacto de los socialistas con su partido a través de un ataque a la persona que sostiene ese rechazo. Se trata de desviar la carga de la prueba (…) Otro ejemplo, cuando se quiso anular la tesis sobre el calentamiento global, defendida por el documental ‘Una verdad incómoda’, por el hecho de que el patrocinador, el político Al Gore, pagara en su casas una factura de luz exorbitante.
Hay otra muy similar. Se trata de la falacia ad hominem por asociación. Consiste en rechazar una postura porque la defienden personas que tienen mala reputación moral o intelectual. Por ejemplo, es habitual escuchar una descalificación del vegetarianismo con el falso argumento de que Hitler no comía carne.
Falacia de la Autoridad
Utiliza un mecanismo de transferencia de competencias. Son creencias u opiniones que reposan en juicios ajenos. Por ejemplo, cuando los actores toman posiciones para defender determinadas posturas políticas, o sociales. La autoridad existe, pero debe ser coherente. Por haber triunfado como actor, cantante o escritor, una celebridad no tiene más auctoritas que un especialista en la materia de discusión.
Falacia Ad Populum
Es la dictadura de las mayorías: la mayoría cree que tal cuestión es cierta, por tanto su estatuto de verdad es indiscutible. El número nunca es prueba de verdad. Son habituales los experimentos (…) en los que se pide a un grupo que elija de entre dos rayas cuál es la de más longitud. Cuando la mayoría, cómplice de la prueba, se inclina por la incorrecta, una buena parte del resto se apunta a esa elección. A nadie le gusta estar en minoría. La falacia ad populum apela a las emociones de la multitud.
Falacia Ad Antiquitatem, Ad Novitate
(…) simplemente juega con el valor de novedad o de antigüedad de las cosas. Lo nuevo es válido por ser nuevo, moderno, por ser ‘lo último’, y lo viejo está legitimado por su edad. La segunda es más propia de conservadores; la primera la manejan con soltura los progresistas. La última tecnología lo bendice casi todo, mientras la tradición se suele utilizar como argumento para mantener instituciones o formas de hacer las cosas.
Falacia Crumenan, Ad Lazarum
(…) es la que atribuye categorías morales en función de la riqueza: quien es pobre es bueno, quien es rico tiene razón. La prueba de los argumentos es una cuestión de renta. Vemos a menudo variaciones de esta falacia, por ejemplo cuando a la hora de defender la apertura de fronteras para los refugiados sirios se argumenta que son gente con estudios, profesionales que lo han tenido que vender todo para huir de la guerra; ¿si fueran pobres e iletrados tendrían menos derecho a circular libremente a través de las fronteras?
Falacia de la Causa Compleja
(…) consiste en reducir a uno solo o unos pocos factores lo que depende de una red compleja de elementos: “le gustaban las películas de adultos, y por eso se quedó embarazada”.
Falacia Ad Misericordiam
“En el mundo sentimentalizado en que vivimos, una de las más frecuentes es la falacia ad misericordiam, que apela a la compasión como base de la verdad. El populismo tira de esta falacia con fruición cuando afirma que hacen política “por la gente”, y defienden su estilo en la necesidad de dar miedo a los corruptos y a los poderosos (…).
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