ARTÍCULO DE ÓSCAR PEÑA (ATREVIA) / Giro argumental. Si alguna vez te has preguntado en qué medida un cambio en el escenario político puede provocar un vuelco en las decisiones estratégicas de una compañía, el caso de Meta es de libro. Hablo, por supuesto, de la decisión del CEO de Meta, Mark Zuckerberg, de deshacer los esfuerzos construidos en los últimos años por regular la verificación de la información publicada en sus plataformas sociales. Y todo con un único propósito: realinear su compañía con la administración entrante y sus políticas.
Por Óscar Peña, Chief Innovation & Digital Solutions Officer de Atrevia / 10 de enero de 2025
La decisión de Zuckerberg no es baladí, tendrá repercusiones. Pero tampoco es sorpresiva, ya que responde a fuerzas en la sombra que han comenzado a horadar todas las esferas de la vida pública y privada en Estados Unidos.
Digo que la decisión no es sorpresiva porque ya estaba planificada en el manual de cabecera de Trump y su equipo, el “Mandate for Leadership. The conservative Promise 2025”, elaborado por el Think Tank de la Heritage Foundation, un documento definido por OpenDemocracy como “un elaborado plan de la ultraderecha estadounidense para erosionar los derechos y la democracia a nivel global”. Curiosamente este documento fue presentado a mediados del pasado año en Madrid en la cumbre ‘Europa Viva 24’ por Roger Severino, exfuncionario de la anterior administración Trump y vicepresidente de política interna de este centro de pensamiento.
El documento, de cerca de mil páginas, no tiene desperdicio. Y menos aún su análisis sobre las plataformas sociales. Para el Think Tank, las plataformas sociales han transformado el ecosistema informativo y el control sobre el discurso, operando -según dicen- como “cajas negras” en las que se toman decisiones de moderación sin consistencia. El informe es crítico con la “censura” de estas plataformas durante la pandemia o con historias controvertidas de la era Biden. Proponen que las plataformas no censuren el discurso. Para ello, sugieren “empoderar a los usuarios mediante herramientas que les permitan elegir sus propios filtros de contenido, devolviendo el control sobre la experiencia en redes sociales”. Dicho esto, la decisión de Zuckerberg ha sido, como se dice popularmente, blanco y en botella. Y no será el único que se sume…
La pregunta que urge ahora entender es qué significa este paso de algunas de las big four en una era marcada por la postverdad (esa en la que los hechos objetivos son menos influyentes que las emociones y creencias personales), qué consecuencias tendrá empoderar tanto a los usuarios en la decisión de lo que es o no veraz (lo que podría acarrear granjas de fieles seguidores contra la información verídica, en un juego que podría recordar al macartismo), y qué impacto tendrá sobre los medios tradicionales preocupados por certificar el contenido y, en especial, sobre la credibilidad de la información.
La batalla por la credibilidad se juega en el entorno social
La postverdad se ha convertido en un factor central de la conversación digital contemporánea. En este escenario, las plataformas sociales (TikTok, Instagram, Facebook, BlueSky, Threads, X y otras), se han convertido en campos de batalla de diferentes narrativas. Muchas de ellas insalubres (mentiras conspirativas, mensajes de odio, amenazas… la lista es larga).
La decisión de eliminar la verificación por un sistema de notas de la comunidad, donde los usuarios son los jueces de la veracidad, tiene consecuencias. Para Zuckerberg representa “regresar a sus raíces restaurando la libertad de expresión”, para el resto del mundo es un choque frontal contra el control de la “información basura” y la defensa de la verdad.
Sin un sistema robusto de verificación del contenido, la responsabilidad de discernir qué es falso y qué es verdadero recaerá en las personas y su criterio individual. Un criterio que se ve mermado cuando la realidad es que las personas son objeto de saturación informativa, lo que provoca graves problemas para la reflexión crítica.
Realidades contrapuestas y sesgos
Hay dos fuerzas contrapuestas actualmente en los entornos sociales que, tras la decisión iniciada por X y ahora por Meta, van a agravar la situación:
1. Lucha encarnizada por la economía de la atención, donde se incrementará la saturación informativa sin control.
2. Algoritmos programados ex profeso para priorizar la interacción versus la verdad; algo que tendrá un efecto amplificador en la creación de la burbujas de opinión y los sesgos de confirmación (es decir, aquella información sea veraz o no, que justifica mis creencias).
Está claro que la eliminación de la verificación (que en los últimos meses no ha estado exenta de polémicas), o como ha bautizado Zuckerberg, la “simplificación de nuestras regulaciones” es síntoma de algo más profundo: la completa transformación de las redes sociales como espacios de comunidad e información, a mercados transaccionales de la atención. La verdad está completamente a la venta. Y se puede comprar.
Esta decisión es probable que dé réditos monetarios a corto plazo, pero contribuye a agravar la confianza en las fuentes en una sociedad desinformada.
Pero claro está que, en un contexto geopolítico de “desorden” que recuerda a la vieja guerra fría -y esta comparación es vaga e inexacta-, la desinformación una vez más es un instrumento estratégico.